Columna publicada el martes 10 de mayo de 2022 por La Segunda.

El momento es crítico, y los hechos recientes así lo atestiguan: una turba agrede al Presidente Boric, un carabinero y una niña son asesinados en Chillán, la inflación llega su peak en 30 años, Enap ve peligrar su distribución en el sur, un fundador de la “Lista del pueblo” amenaza “dejar la cagá en las calles”, y más. Si añadimos la situación migratoria y la violencia en Santiago y la Araucanía, es evidente que Chile vive una auténtica crisis de Estado.

Un tipo de crisis que exige, por obvio que parezca, visión de Estado. Por eso es tan triste que la Convención, el lugar llamado a gestar nuevos consensos y reconstruir un marco institucional compartido, se caracterice —tal como dijera Sol Serrano— por su incapacidad para “habitar la república”; incapacidad que se ha vuelto a confirmar estos días. No sólo por nuevos contenidos que aumentan la incertidumbre, como el “precio justo” en expropiaciones, el endeudamiento regional o la sujeción del Tricel al cuestionado Consejo de la Justicia. Además, la mesa directiva difundió fake news en días consecutivos, se ingresaron indicaciones tramposas para revivir propuestas ya derrotadas en el pleno y, en fin, incluso se votó desde la ducha (hasta los corpóreos y “plurichile” eran un poco más dignos). 

En suma, tanto Chile como la Convención están en crisis, y por eso resulta cada vez más claro que el Presidente y el Congreso —gobierno y oposición— deberán favorecer post plebiscito los nuevos consensos que el país requiere. Tal vez por esto, advirtiendo lo que se viene, asoman señales positivas a diestra y siniestra. Mientras del centro hacia la derecha se afirma inequívocamente que un eventual triunfo del “Rechazo” supone hallar nuevas opciones para el cambio constitucional, La Moneda reconoce que debe prepararse para los distintos escenarios. Aceptar que quizá sea necesario encontrar otra vía es, básicamente, una muestra de pragmatismo y sensatez (justo lo que faltó en las entrevistas dominicales de las ministras Siches y Ríos: si el gobierno desea un acuerdo contra la violencia, ese desde luego no era el camino). 

Y es que así, con pragmatismo y sensatez, habrá que seguir buscando aquello que la ciudadanía tanto anhela y, sin embargo, la Convención jamás tuvo en su horizonte: pactos política y socialmente transversales que ayuden a resolver con eficacia los principales problemas del país. Como lo fueron, guardando las proporciones, el New Deal, los Pactos de la Moncloa o el inicio de la nueva democracia posdictadura; una época en la que, según retrata Ascanio Cavallo, era “mucha gente” la que hacía “esfuerzos para que todo resulte bien”. 

Ojalá los cronistas del futuro puedan decir lo mismo sobre los días posteriores al plebiscito fijado para el 4 de septiembre.