Carta publicada el jueves 9 de noviembre de 2021 por El Mercurio.

Señor Director:

Agradezco a Íñigo de la Maza su réplica a mi carta del martes, por más que la considere una “triste opinión”. Pero si algo merece tal calificativo —todo hay que decirlo— es la severa dificultad que exhiben los círculos ilustrados para discutir estos temas con cierta profundidad. El profesor De la Maza ofrece un ejemplo privilegiado de este fenómeno, al preguntarse con sorpresa e incluso indignación a qué me refiero “con el indispensable complemento entre hombres y mujeres”. No se requiere demasiada sofisticación para advertir que hoy, en casi todos los ámbitos de la vida común, se comprende la conveniencia o necesidad de la dualidad sexual (por algo se ha instalado el criterio paritario en la política, la empresa y la TV). En paralelo, sin embargo, la regulación del matrimonio y la familia ha transitado en otra dirección; no obstante, la unión de lo masculino y lo femenino continúa siendo la raíz última de la maternidad, la paternidad y la filiación.

Naturalmente, se trata de un fenómeno paradójico y del cual derivan desafíos, tensiones e interrogantes que exigen ser evaluados de forma reflexiva. Que el solo hecho de plantear un par de preguntas al respecto genere tanta resistencia en una sociedad que se jacta de ser abierta y plural es —parafraseando al profesor De la Maza— una triste realidad.