Carta publicada el jueves 2 de diciembre de 2021 por El Mercurio.

Señor Director:

Durante el último tiempo ciertas élites políticas e intelectuales han insistido en que el propósito de modificar la ley de aborto vigente sería contrario al fortalecimiento de la democracia. Esta mirada revela no solo una severa confusión entre moderación y progresismo —una identificación cada vez más extendida—, sino también el olvido de una característica central del régimen democrático: la posibilidad de volver a debatir las decisiones públicas. En este sentido, es lógico que quienes argumentamos que el aborto directo o procurado es un tipo de homicidio intentemos generar nuevas mayorías que algún día permitan cambiar esa ley. Así ocurre, por lo demás, con casi cualquier disputa política relevante: ellas permanecen en el tiempo.

En cualquier caso, conviene advertir que si apoyar el aborto fuera un “mínimo democrático”, quedarían fuera de ese marco muchos dirigentes históricos de la DC, grandes próceres de la Vicaría de la Solidaridad, Norberto Bobbio y, en fin, una larga lista de referentes cuyas credenciales democráticas no admiten mayor discusión.