Carta publicada el martes 5 de octubre de 2021 por El Mercurio.

Señor Director:

Agradezco los denodados esfuerzos del profesor Bascuñán por determinar la naturaleza de mi posición respecto del aborto. Si lo entiendo bien, su propio argumento se funda en una descripción del embarazo como una “invasión” del cuerpo, que puede ser rechazada sin expresión de causa. Sin embargo, en ese argumento subyacen ciertos supuestos que resultan al menos discutibles. Bascuñán concibe lo humano desde la óptica exclusiva de la autonomía (todo lo que atente contra ella será una “invasión”), pero también puede pensarse que nuestra autonomía no puede escindirse de un hecho elemental: somos animales dependientes.

Dicho de otro modo, nuestra autonomía es ciertamente un bien muy valioso, pero no se erige sobre la nada. Los hombres nos necesitamos, y hay razones para suponer que ese hecho funda algunos deberes recíprocos. Sobra decir que el feto —como el anciano y el recién nacido— ilustra a la perfección esa realidad. Hay en él una promesa de libertad, pero desde la total dependencia. El feto puede verse, más que como un invasor injusto, como un reflejo de la dignidad, que subsiste con mayor fuerza allí donde hay mayor dependencia (dicho sea de paso, puede notarse acá la paradoja en la que incurre la izquierda al asumir premisas tan radicalmente individualistas). No hay acá ningún desprecio por la mujer embarazada; muy por el contrario: si en ella reside el origen de la vida, deberíamos darle especial asistencia en lugar de descartar una vida humana.

Pero Bascuñán no solo desatiende estos datos banales. Además, no provee ningún motivo suficientemente fuerte como para excluir al feto de la comunidad humana. Se limita a afirmar que la dignidad solo puede afirmarse en conjunto con “ciertas propiedades” —que no se molesta en precisar—. Se trata de un argumento elástico, y que remite a dudosas condiciones culturales: ¿quién sería el encargado de determinar esas propiedades? ¿Cuál sería el catálogo, quiénes quedarían dentro? ¿No conduce esto a la justificación del infanticidio, defendido por Peter Singer?

Lamento, señor Director, no haber multiplicado en este texto las etiquetas y epítetos que tanto preocupan al profesor Bascuñán: intuyo que ese lenguaje oscurece más que aclara estas discusiones.