Carta publicada el martes 7 de diciembre de 2021 por El Mercurio.

Señor Director:

Para hoy se anuncia la votación del proyecto de ley que consagra el matrimonio entre personas del mismo sexo. Aunque todo indica que será aprobado luego del apoyo piñerista a la iniciativa de Michelle Bachelet —vaya legado—, eso no nos impide reflexionar sobre sus aspectos más controvertidos. Por un lado, tanto esta transformación legal como sus previsibles consecuencias obligan a preguntarse por los límites del mercado en nuestra vida común. A modo de ejemplo, la experiencia internacional sobre los “vientres de alquiler”, discutida ayer en la comisión mixta, levanta serias interrogantes sobre el futuro de los hijos y la instrumentalización de mujeres vulnerables; interrogantes que deberían ser prioritarias para una izquierda digna de ese nombre.

Por otro lado, este proyecto difumina el reconocimiento estatal de lo masculino y lo femenino como base de la condición humana. Si hasta ahora la ley constataba la existencia de la madre y el padre, en adelante se hablará simplemente de progenitores. Esto no deja de ser paradójico, considerando que se nos recuerda a diario —desde los paneles de TV hasta la Convención Constitucional— el indispensable complemento entre hombres y mujeres. La regulación de la familia será una triste excepción, sin embargo, como si ahí tal complementariedad no tuviera nada relevante que decir.

Estos puntos ciegos podrían percibirse con mayor facilidad si existiera más apertura a discutir las razones, el sentido y los límites de las leyes relativas al matrimonio y la familia. Por desgracia, ha predominado la tendencia a asumir como liberador o emancipatorio aquello que así ha sido definido a priori por parte de ciertas élites políticas y culturales. Precisamente por lo mismo, el debate continuará.