Carta publicada el jueves 16 de diciembre de 2021 por El Mercurio.

Señor Director:

En medio de la campaña presidencial, ciertas élites políticas y culturales han insistido en que nuestra democracia corre peligro y que, por lo tanto, urge cuidarla e incluso defenderla. En esta aproximación influyen legítimas preocupaciones ante propuestas específicas y excesos retóricos habituales en un período electoral, pero también una creciente intolerancia al disenso político.

En este preciso sentido, conviene tomarse en serio la invitación a cuidar nuestra democracia, cuya salud nunca está del todo asegurada. El punto cobra especial relevancia considerando que desde la Convención Constitucional se anuncia una posible concentración del poder estatal en desmedro de diques y contrapesos institucionales vigentes en la actualidad. Así ocurre, por ejemplo, en materia de régimen político, donde se ha sugerido eliminar el Senado y fusionar los poderes Ejecutivo y Legislativo en el Congreso Nacional. También hay riesgos de esa índole en el ámbito judicial, donde se ha planteado terminar con el Tribunal Constitucional y, eventualmente, trasladar algunas de sus funciones a la Corte Suprema.

Por supuesto, no cabe descartar a priori una articulación razonable de esas transformaciones —el diablo está en los detalles—, pero tampoco puede obviarse que las autocracias contemporáneas han seguido un patrón común: tensionar la división de poderes eliminando o modificando sustancialmente el mismo tipo de instituciones que la Convención amenaza con suprimir. Da para pensar.