Columna publicada el sábado 27 de noviembre de 2021 por La Tercera.

Le ha costado un poco más a Kast reunir apoyos en la centroderecha política que a Boric en la centroizquierda. Hay dos explicaciones posibles a este fenómeno: una es que el proyecto de Boric sea más moderado que el de Kast. Otra es que la centroizquierda esté siendo más mediocre, entregándose rápido e incondicionalmente con la esperanza de recibir algo de vuelta si Boric triunfa. Me inclino por esta segunda hipótesis.

En mi opinión ambas candidaturas son de frontera: representan los extremos políticos tolerados por el esquema democrático. Y ambas tienen programas que ponen en riesgo los derechos, las libertades y la prosperidad pública del país. Cada votante, por su parte, ve como relativamente más extrema a la candidatura que queda más lejos de su propia posición. La distancia política opera como si fuera geográfica. Luego, el debate sobre quién es más extremo resulta estéril y arrogante. Lo único que señala son puntos de referencia distintos.

¿Qué deberían hacer los moderados de cada sector frente a la candidatura de frontera que les tocó? Intentar moderarla. Pero eso no es llevarla hacia el “centro” dentro del esquema político de la transición. No es empatarla ni neutralizarla. Es intentar hacerla viable en términos del equilibrio entre cambio institucional y orden y seguridad que parece convocar la expectativa popular.

En ese sentido, el posicionamiento de Evópoli respecto a Kast resulta ejemplar. Ellos condicionaron su apoyo electoral a modificaciones programáticas de fondo, aclarando, al mismo tiempo, que no harían gobierno con él. En otras palabras, que lo apoyarán si se modera, pues ven un mal mayor en Boric y el Partido Comunista, pero no a cambio de cargos: si Kast gana, serán independientes y libres respecto a su gobierno.

Las condiciones impuestas son de fondo: respeto incondicional a los derechos humanos de todos, combate al cambio climático y opción preferencial por la infancia. Ellas apuntan a extirpar las aberraciones del programa del Partido Republicano. Kast ha dicho que las acepta.

¿Qué garantía tienen de que JAK cumpla si gana? Ninguna, salvo que mentir en política nunca es gratis (ojalá Gabriel Boric también lo sepa, ahora que busca -con piruetas- parecer moderado). Y también que, al no tener gente en el gobierno, podrán sumarse fácil a la oposición si Kast incumple. La pistola está arriba de la mesa.

Evópoli, así, cuadró el círculo. Salvó el alma sin abandonar la ciudad. Y lo hizo pagando el precio: parte del progresismo liberal abandonará ahora el partido, pues su desacuerdo con JAK es radical, y bastante de su burocracia estatal lo hará si es que JAK gana, para conservar sus pegas. Este gesto de coherencia impulsó a que un sector de RN, liderado por Mario Desbordes, abriera también un debate sobre condiciones programáticas.

La centroizquierda, hoy embobada en el onanismo moral del “todos contra el fascismo”, debería tomar nota. Su rendición incondicional a Boric es un gesto vacío e inútil. Mientras Evópoli actúa contra el extremismo propio haciendo política -imponiendo condiciones y asumiendo costos- la ex Concertación proclama la belleza de su alma, renuncian a la política y firma su propia acta de muerte por efebofilia.