Carta publicada el sábado 23 de octubre de 2021 por El Mercurio.

Señor Director:

En carta publicada ayer, Fernando Atria justifica —una vez más— la violencia del 18 de octubre, en la medida en que habría dado lugar a un proceso virtuoso. Retoma así el célebre argumento de Maquiavelo, quien afirma que el asesinato de Remo por Rómulo no merece condena: “si el hecho lo acusa, el resultado lo excusa”, dice el secretario florentino.

Sin embargo, las cosas son algo más complicadas. En efecto, el razonamiento de Atria reposa en una grosera falacia: la violencia del 18-O no merecería una condena tajante porque habría sido la expresión de un malestar constitucional diagnosticado por el mismo Atria, y cuya falta de solución sería precisamente la destrucción vaticinada y justificada de antemano por él. Dicho de otro modo, las violencias que son coherentes con sus esquemas intelectuales merecen justificación; las otras, no: vaya oportunismo. El argumento supone, además, que la historia tiene una estructura teleológica: como el 18-O concluyó en un acuerdo constitucional, era necesario que aquello ocurriera. Así, Atria lee hechos contingentes a partir de un determinismo incompatible con la libertad humana. En cualquier caso, debemos agradecer al cielo contar entre nosotros con un profeta que nos haya revelado de modo prístino los motivos de la crisis del 2019 (antes, durante y después).

Con todo, si Atria quisiera ser coherente, debería celebrar todo lo que hizo posible el actual proceso. Eso incluye al gobierno de Sebastián Piñera, las frases de sus ministros, la derrota de la Nueva Mayoría, el fracaso del proceso constituyente de Michelle Bachelet, la transición de Aylwin, hasta llegar a Diego Portales, Pedro de Valdivia y, por qué no, Adán y Eva. En el fondo, Atria encarna a la perfección el dilema de todo progresista: si cree en la historia, debe rendirse siempre ante ella, sin importar el rostro que adquiera. Así se justificaron, dicho sea de paso, los peores horrores durante todo el siglo XX.