Carta publicada el domingo 15 de mayo de 2022 por El Mercurio.

Señor Director:

Agustín Squella (ayer) invita a un período de reflexión ponderada ante la propuesta constitucional, y levanta una vez más la esperanza de que la Constitución pueda ser la casa de todos. Esta es una expectativa noble, pero vale la pena recordar que esta fórmula de la casa de todos ya venía siendo abandonada hace un tiempo por los entusiastas del trabajo de la Convención.

Esta retórica, que tan útil había sido en el plebiscito de entrada, ya no era compatible con el resultado que se presentaba al país. En efecto, hace ya un mes se empezó a decir que en realidad era una mala metáfora, que con esa fórmula no se habían referido al contenido, sino al procedimiento. La última versión de este argumento la ofreció Javier Couso el pasado viernes. A confesión de parte, relevo de pruebas.

Los primeros en abandonar dicho horizonte de la “casa de todos” fueron los convencionales, que vieron el 80% de entrada no como un voto de confianza que honrar, sino como una línea de crédito para darse gustos políticos, asumiendo que la propuesta final sería aprobada en cualquier caso. Pero como quiera que se gestara el fracaso, este no quita nada de su pertinencia a la otra mitad de la carta del profesor Squella.

Aunque la casa ya no sea de todos y la ciudadanía se incline de modo significativo por el Rechazo, el debate ponderado es un deber cívico elemental. Un debate ponderado es, además, una de las pocas maneras en que podemos efectivamente aprender de los errores que ha habido en este proceso y en sus resultados. Solo si existe algo de esa ponderación en los próximos meses se podrá en el futuro acabar con una Constitución que efectivamente podamos reconocer como de todos.