Reseña publicada el jueves 22 de abril de 2021 por El Líbero.

Bencina & pasto seco. La crisis chilena en perspectiva (1990-2020). Joaquín García-Huidobro. Tajamar Editores 2020. 286 páginas. 

Bencina & pasto seco, el último libro de Joaquín García-Huidobro, transmite una sensación de urgencia de la que resulta difícil desprenderse una vez terminada su lectura. Consciente de la complejidad del actual momento social y político, el académico de la Universidad de Los Andes publica un texto que busca tomarse en serio tanto el malestar social como la injustificable violencia del estallido de octubre, a partir de un registro amigable para todo público (según sus propias palabras, el libro “es una extensa columna de prensa”). 

A través de cientos de pasajes relativamente breves, que se desarrollan a lo largo de ocho capítulos ordenados de forma cronológica, García-Huidobro intenta desentrañar las principales claves de nuestra historia reciente. La originalidad de su estructura, poco común en libros de este tipo, se explica no solo por la evidente premura que la situación del país genera en el autor, sino también porque García-Huidobro no escribe ni para los intelectuales ni para los especialistas. Deshacerse de las pretensiones academicistas, que suelen generar dificultades en los lectores poco acostumbrados a ese tipo de textos, le permite al autor construir un libro particularmente fresco. En esta obra, la narrativa, las imágenes, las anécdotas y las vivencias personales de García-Huidobro adquieren un papel central en la forma de transmitir las ideas. 

 Cabe señalar, además, que la originalidad del registro no le quita seriedad al texto. De hecho, aquí reside una de sus principales virtudes: García-Huidobro logra un equilibrio entre narrativa y rigurosidad que es muy complejo de conseguir, y que permite a Bencina & pasto seco ser un aporte tanto para académicos, políticos y lectores de prensa como para quienes no integran ninguno de estos grupos o no manifiestan mayor interés por los temas políticos. 

Las causas del incendio

La pregunta que cruza el libro, y que el columnista de El Mercurio intenta responder, es qué pasó en Chile el 18 de octubre del 2019. Su tesis es que desde ese día en adelante hubo en nuestro país una “actividad violenta perfectamente planificada y ejecutada”, que él identifica como “la bencina”. Al mismo tiempo, el autor asegura que en Chile también había condiciones –“el pasto seco”– para explicar la acelerada y extensa “propagación del fuego”. Entre ellas, un malestar acumulado por décadas, ciertas fracturas sociales invisibles para las élites, algunas tensiones derivadas de nuestro veloz proceso de modernización, el debilitamiento progresivo de la capacidad del Estado para mantener el orden público y un persistente economicismo.  

De esta forma, Joaquín García-Huidobro toma distancia de dos posibles interpretaciones del estallido social. En su opinión, tanto los grupos que reducen la crisis de octubre a un ataque del marxismo castro-chavista, como aquellos que se centran exclusivamente en los problemas sociales, estarían perdiendo de vista elementos importantes para una adecuada comprensión de los hechos.

Para llegar a tal conclusión, el académico de la Universidad de Los Andes realiza un extenso recorrido por los últimos treinta años, donde cada una de las secciones del libro está dedicada a mostrar algunas tensiones e interpretar ciertos fenómenos de los procesos políticos que conforman nuestra historia reciente. 

En el libro es posible encontrar pasajes dedicados a las luces y sombras de los gobiernos de la Concertación, principalmente agrupados en el capítulo “Los años felices (1990-2010)”. Mientras que otras secciones –como “El sueño de la derecha (2010-2014)”; “El ajuste de cuentas (2014-2018)” y “El regreso de la derecha (2018)”– abordan los defectos y aciertos de las administraciones de Sebastián Piñera y Michelle Bachelet. 

Sin embargo, García-Huidobro no se remite a interpretar y explicar las tensiones de los gobiernos de turno. En otros capítulos –como “Amargo despertar (2019)” y “Pasto seco (1990-2019)”– el autor explora, entre otras cosas, cómo fue cambiando la sociedad chilena a lo largo de las últimas décadas, por qué ciertas tensiones se hicieron invisibles para las clases dirigentes y qué causas explican la actual incapacidad del Estado para mantener la paz social. 

Asimismo, en las secciones finales –“Tiempos difíciles para la política (2019-2020)” y “Lecciones finales”–, García-Huidobro plantea las preguntas que trae consigo la pandemia de coronavirus, aborda tangencialmente el problema constitucional y muestra algunos de los enormes desafíos que se vienen por delante.   

¿Yo o nosotros? 

Como señalamos anteriormente, una reflexión central del libro tiene que ver con las condiciones sociales que hicieron posible el estallido de octubre. Para el autor, la invisibilización de la pobreza, la marginación de amplios sectores de la sociedad, el abandono de la familia y la segregación territorial, entre otros, serían algunos de los múltiples factores que explicarían el profundo malestar social. De este modo, García-Huidobro retoma las reflexiones de intelectuales como Pedro Morandé, Mario Góngora y, sobre todo, Gonzalo Vial, a quien cita en reiteradas oportunidades a lo largo del texto. Todos ellos advirtieron tempranamente –pero sin ser escuchados por las élites políticas y económicas– que el llamado milagro chileno generaba tensiones y que aún quedaban asuntos pendientes por resolver. 

Un aspecto que sería fundamental para explicar nuestras múltiples crisis –y al que el autor vuelve en varias ocasiones–, es el debilitamiento de los vínculos comunitarios. Así, el creciente individualismo de la sociedad chilena no solo explicaría la apropiación entusiasta y transversal de agendas políticas que ponen en el centro la autonomía individual –como la eutanasia y el aborto–, sino que también incide en otros problemas, como el desprecio por la mediación política, la deslegitimación institucional y la pérdida de un horizonte común que otorgue sentido y pertenencia. 

Es más, siguiendo las reflexiones de autores como Patrick Deneen y Raghuram Rajan, el profesor de la Universidad de Los Andes sugiere que los hábitos virtuosos que hacen posible la democracia representativa y el libre mercado solo pueden surgir de comunidades como la familia, las juntas de vecinos, las iglesias y los partidos políticos. Sin embargo, en nuestro país la situación ha sido exactamente la contraria: a pesar de los discursos épicos alrededor del estallido social –“en la marcha del 25 de octubre nos abrazamos para no soltarnos más”–, la vida comunitaria y los cuerpos intermedios llevan décadas sufriendo un enorme proceso de deterioro.

¿No son treinta pesos, son treinta años? 

A pesar de que el autor es muy consciente de los problemas sociales del Chile postransición, también critica agudamente a quienes desprecian las múltiples dimensiones positivas de esa etapa y ven al Chile actual como una suerte de Estado fallido, marcado únicamente por el maltrato, la desigualdad y los abusos. Casi al final del libro, en pasajes que merecen especial atención, el columnista de El Mercurio enumera algunos de esos logros –la recuperación de la democracia en forma pacífica, la disminución de la pobreza y la expansión de la cobertura educacional, entre otros– e interpela a los lectores más jóvenes, “la generación que había tenido más oportunidades en la historia nacional”, a no dar por garantizadas las condiciones económicas y sociales del Chile de los últimos diez o veinte años.  

Ahora bien, el cuestionamiento del pasado reciente no puede explicarse solo a partir de la ignorancia o el desconocimiento. De hecho, uno de los grandes problemas que tuvo la Concertación, y que habría terminado por afectar su legitimidad, fue, precisamente, la dificultad para justificar su adhesión a la dimensión económica de la democracia liberal. Según García-Huidobro, “la centroizquierda no fue capaz de ofrecer un marco conceptual que permitiera entender el país que ella misma había contribuido a formar y esa carencia presagiaba su debilidad”. Por mencionar un ejemplo relevante, que Ricardo Lagos –el primer presidente socialista después de Salvador Allende– propusiera reformas liberales al mercado de capitales, privatizara varias empresas públicas o terminara siendo el mandatario de la Concertación más valorado por el mundo empresarial no era malo per sé, pero al menos exigía dar razones que otorgaran mayor legitimidad política a decisiones que parecían contravenir el ideario de la izquierda. 

La derecha en su laberinto 

Los últimos gobiernos de la Concertación cometieron un error similar a los gobiernos de derecha: asumieron que el éxito económico no requería mayores explicaciones. Pero en el caso de la derecha del año 2010 esta aproximación se volvía aún más peligrosa. Ella se cruzaba con una cosmovisión que menospreciaba todo lo que no pudiera medirse bajo estándares económicos o de políticas públicas. 

De hecho, según García-Huidobro, ese fue uno de los principales errores del primer mandato de Sebastián Piñera. La convicción de que el gobierno debía manejarse al igual que una empresa, donde lo más importante era la gestión, como si las ideas y la conducción política fueran secundarias, los llevó a asumir lógicas que volvieron muy difícil cualquier vínculo profundo con la ciudadanía. Así, el autor vuelve sobre un problema muy recurrente a comienzos de la década pasada y que el piñerismo nunca ha logrado resolver: “cuando (…) se dice que a un gobierno le falta ‘relato’ se apunta precisamente a eso, a la capacidad de integrar las diversas acciones en una historia provista de sentido, en la que todos o la mayoría desearían participar”.     

Sin embargo, las dificultades y aciertos de los gobiernos de Sebastián Piñera también se explicarían por la propia personalidad del Presidente. García-Huidobro ve en el mandatario sentido patriótico, dedicación a las tareas de gobierno, capacidad para resistir las adversidades y un auténtico compromiso con la paz. Pero también señala que, especialmente durante su segundo mandato, “hasta sus fortalezas le han jugado en contra”. Su sentido del deber, por ejemplo, lo impulsa a ser incapaz de mantenerse en segundo plano, incluso cuando amplios sectores de la sociedad lo asocian con todo lo que rechazan del modelo. Asimismo, su fortaleza como hombre de negocios, donde la actitud de tomar decisiones al último minuto le ha traído réditos por todos conocidos, en política le ha jugado muy malas pasadas. En concreto, a estirar el elástico hasta romperlo, una y otra vez. 

Todos estos problemas no obstan a que el académico de la Universidad de Los Andes sea especialmente crítico con la oposición de los últimos años. El embrujo que han generado en ella las políticas identitarias, centrándola en demandas burguesas y elitistas; las dificultades de la izquierda democrática para lidiar con los sectores más radicales (el análisis de la compleja relación entre el PC y la DC durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet es especialmente lúcido);  la ambigüedad de cierta oposición con la violencia de octubre, que según muestra el autor se venía gestando desde hace varios años, tanto en La Araucanía como en el Instituto Nacional; y la interpretación parcial y antojadiza del legado concertacionista por parte de la nueva izquierda, son algunos de los hechos que desentraña con especial interés y que conviene leer con detención. 

Una reflexión necesaria

Aunque el libro aborda una serie de otros temas muy interesantes, entre los que se encuentran los futuros desafíos del mundo pospandemia o algunos consejos para enfrentar exitosamente la discusión constitucional, hay algunos fenómenos de nuestra crisis que falta tratar con mayor detención. 

Uno de ellos es la irrupción del Partido Republicano. A pesar de que el autor desliza algunas reflexiones al respecto, hubiera sido interesante una aproximación más profunda sobre ese sector de la derecha, que en los últimos años ha experimentado una honda radicalización, similar a la que ha ocurrido con distintos grupos en otras latitudes. 

Esto nos conduce a un segundo asunto pendiente: falta un análisis más detenido sobre los aspectos globales de nuestra crisis. Si bien ella tiene características muy particulares, en Chile también experimentamos tensiones que no son exclusivamente nuestras. En este sentido, habría sido interesante que el libro ahondara más en los llamados gobiernos populistas y su posible influencia en la discusión pública chilena.

Sin embargo, ninguna de estas críticas le quita valor al texto. Tras él existe un ejercicio genuino por comprender, que logra evitar los lugares comunes, alejarse de las posiciones mayoritarias y llenar algunos de los vacíos de nuestra discusión pública. 

Con este libro, Joaquín García-Huidobro muestra –una vez más–  su capacidad para armonizar la densidad intelectual con la vocación pedagógica. Esto le permite transmitir, con un lenguaje llano y sencillo, su profunda comprensión del pasado reciente. Que no ocurra lo mismo que con otros intelectuales, a quienes les prestamos atención cuando ya era demasiado tarde. La advertencia está hecha.