Columna publicada el 27.08.19 en La Segunda.

La extradición de Mauricio Hernández Norambuena puso nuevamente sobre la mesa las tensiones propias del período posdictadura. El mismo día que Hernández regresó al país, Claudio Martínez, militante socialista y exdirector de Gendarmería, denunció las presiones que en 1994 habría realizado la comisión de derechos humanos de la Cámara de Diputados, con el fin de flexibilizar las medidas de seguridad de la misma cárcel de la que, dos años después, Hernández y otros frentistas se fugaron.

Aunque tal presión era desconocida para la opinión pública, la noticia no sorprende demasiado. Cada vez que volvemos a mirar al pasado reciente afloran disputas nuevas y viejas, que enrarecen el ambiente político. Algunas polémicas incomodan al oficialismo –de ahí el fugaz paso de Mauricio Rojas por el ministerio de Cultura– y otras a la oposición –como el viaje a Francia de los diputados Boric y Orsini–; pero lo cierto es que aún experimentamos serias dificultades para discutir con serenidad acerca del Chile de los 60 en adelante.

Hay varias razones por las que conviene enfrentar este fenómeno, no eludirlo. Un motivo no menor son el conjunto de aniversarios que confluyen el próximo año. En seis meses y fracción se conmemorarán 3 décadas desde el retorno a la democracia, y en septiembre de 2020 se cumplirán no sólo 40 años de la constitución otorgada por la Junta Militar, sino también medio siglo desde la elección presidencial que llevaría a Salvador Allende a La Moneda. Las “planificaciones globales” inevitablemente volverán a tomarse la agenda.

Desde luego, se trata de una oportunidad privilegiada para que la sociedad civil y el mundo académico contribuyan a mejorar la calidad de nuestra conversación pública. Por eso, dicho sea de paso, cabe celebrar iniciativas como el seminario organizado la próxima semana por la facultad de derecho de la Universidad Católica, por los 30 años del plebiscito que ratificó las reformas constitucionales de 1989. Sin embargo, también debemos advertir que se trata de un panorama muy difícil para los actores políticos, en especial para La Moneda.

Las dificultades remiten tanto a la dispar trayectoria biográfica de sus miembros (mientras Andrés Chadwick estuvo en Chacarillas, Sebastián Piñera votó por el “No”), como a la falta de una narrativa común en el oficialismo al momento de pensar en estos procesos de larga duración. ¿Hay, por ejemplo, una visión mínimamente compartida entre la UDI y Evopoli al respecto? De no anticiparse a este escenario, el gobierno probablemente volverá a recibir el fuego amigo que originó la crítica a los “cómplices pasivos”, con ocasión de los 40 años del golpe de Estado.

Y es que, tal como enseña la historia una y otra vez, la improvisación es mala consejera.