Opinión
Un fallo decisivo, una reacción vacía

Este fallo encarna no el retorno del patriarcado, sino la historia de un conjunto de mujeres escocesas de la más variada orientación política, y de su lucha por la preservación de espacios propios en cárceles, ramas deportivas, centros de atención por abuso, camarines, y otros. Será una de las vergüenzas de nuestra época que algo así tenga que zanjarse judicialmente, pero han ganado mujeres previamente difamadas, y con ellas ha ganado también el sentido de realidad.

Un fallo decisivo, una reacción vacía

Hace cinco días la Corte Suprema del Reino Unido, en fallo unánime, establecía que para efectos legales se habría de entender por “mujeres” a… las mujeres. Lo decisivo sería la pertenencia a tal “clase” –determinada biológicamente–, y no la autopercepción. Muchos han reaccionado con sorpresa ante el hecho de que algo así tenga siquiera que ser establecido a nivel judicial. Pero hay veces, como notaba Chesterton, en que afirmar que el pasto es verde es como desenvainar una espada. Llevábamos una década de acrítico avance del discurso transafirmativo, y un fallo como este es un hito en el intento por enmendar el rumbo y volver a pensar. Ese pensar no implica ignorar que algunas personas tienen disconformidad con su sexo biológico, pero sí exige enfrentar esa cuestión sin negar la realidad.

Se trata, decíamos, de un hito: uno entre varios otros. Porque durante el último año ha habido un vuelco radical de la discusión global, en cada una de sus dimensiones. De Inglaterra, por lo pronto, proviene el conocido Informe Cass, que terminó de consolidar las extendidas dudas sobre la evidencia en que se apoyaba el enfoque afirmativo. En los meses siguientes, otros países han prohibido el tratamiento hormonal en menores, y han vuelto a dar custodia a los padres que resguardan a sus hijos de una transición. Se trata de una discusión en curso, como es obvio, pero en una medida importantísima ha cambiado su dirección.

Como bien muestra este fallo, ese cambio no tiene correlato exacto con el resto del giro político de los últimos años. Este fallo encarna no el retorno del patriarcado, sino la historia de un conjunto de mujeres escocesas de la más variada orientación política, y de su lucha por la preservación de espacios propios en cárceles, ramas deportivas, centros de atención por abuso, camarines, y otros. Será una de las vergüenzas de nuestra época que algo así tenga que zanjarse judicialmente, pero han ganado mujeres previamente difamadas, y con ellas ha ganado también el sentido de realidad.

Todo esto, sin embargo, vuelve tanto más notorio el provincianismo de algunas reacciones en Chile. Entrevistados por El Mercurio el día viernes, especialistas de distintos campos de la vida social comentaban la noticia como si el fallo supusiera alguna amenaza para la población trans, y de paso ignoraban por completo las preguntas por los derechos de mujeres y niñas que eran el corazón del asunto. Ninguna inquietud parece existir, ni siquiera la conciencia de que hace un año también el debate chileno empezó a cambiar. No nos sorprendemos cuando un gobierno, en la prisa por empujar su agenda, ignora el rumbo de la discusión global. Del foro público, en cambio, cabría esperar algo más.

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