Carta publicada el miércoles 27 de marzo de 2024 por El Mercurio.

Señor Director:

Eugenio Tironi acierta (columna de ayer) al subrayar la complejidad de la crisis de octubre de 2019. En efecto, junto con “un fondo de violencia no registrado”, por esos días también se desarrolló una masiva movilización “en torno a las causas más diversas”. Ciertamente existen distintas interpretaciones al respecto, pero es verdad que esa realidad no debe ser olvidada ni barrida bajo la alfombra. Sobre todo considerando que hoy, casi cinco años después —y estallido y pandemia mediante—, nada indica que estemos mejor que en 2019.

Sin embargo, Tironi se equivoca al responsabilizar a quienes soslayan ese aspecto de la crisis por la pérdida del “estilo de transacción, acuerdos y compromisos” propios del Chile de la transición. En rigor, la fractura es anterior, y si algo rompió definitivamente con dicho estilo consensual fue la mezquindad que exhibió la oposición al expresidente Piñera (a quien Tironi reivindica sin decir agua va sobre este problema). Basta recordar que muchos dirigentes de izquierda y centroizquierda —incluyendo actuales ministros de Estado— validaron explícitamente la violencia e intentaron derrocar al fallecido exmandatario. Esta agenda se prolongó a la fallida Convención de 2022, que llegó a aprobar en comisión la iniciativa “Cárcel para Sebastián Piñera” (4 de abril de 2022).

Tironi lamenta el crecimiento de “la derecha radical” y el debilitamiento de “la fuerza del Estado frente a la delincuencia y la anomia”. No obstante, como puede advertir cualquier observador mínimamente imparcial, la principal responsabilidad acerca de ese tipo de fenómenos reside en quienes encarnaron y promovieron el octubrismo. Son ellos, y no sus críticos, quienes le deben explicaciones al país.