Columna publicada el martes 27 de febrero de 2024 por El Líbero.  

En el último tiempo, el Partido Social Cristiano (PSC) ha ganado cierto impulso y captado la atención de nuevos seguidores. Aunque hace algún tiempo era desconocido y hoy sigue estando lejos de la experiencia, influencia o recursos de los partidos tradicionales, la colectividad ha logrado hacerse un lugar en el escenario político. Un par de meses atrás, dos de sus diputadas hicieron noticia por la acusación constitucional contra el ministro de Vivienda y Urbanismo, Carlos Montes. Pese a los eventuales motivos atendibles, esa acusación poco estratégica fortaleció al Gobierno, al cuestionado ministro y contribuyó a desprestigiar todavía más el mecanismo de las acusaciones constitucionales. Sin embargo, al descolgarse del resto, el PSC mostró una actitud que parece ser la tendencia de sus filas: están dispuestos a perseguir sus intereses, cualesquiera sean los costos.

El PSC es una fuerza política reciente. Se constituyó legalmente pocos días después del categórico triunfo del Rechazo en el plebiscito de 2022. Sus principales líderes son el ex convencional constituyente Luciano Silva y Sara Concha, actual presidenta del partido y también diputada. Cuenta con tres diputados que abandonaron sus anteriores colectividades para ingresar: Sara Concha, Francesca Muñoz y Roberto Arroyo. Los principios programáticos se inspiran en las enseñanzas de las iglesias evangélicas. Y de esa doctrina surge precisamente uno de sus puntos principales: “la concepción de Chile como país con base jurídica y cultural occidental judío cristiana y la promoción de los valores que esto conlleva”. A diferencia de las colectividades que carecen de una orientación ideológica, como el Partido de la Gente, el PSC tiene al menos una orientación normativa a la cual recurrir: una aparente doctrina cristiana. En términos de militantes, poseen la considerable cifra de 14.894 personas, superando a partidos la mitad de los partidos chilenos, entre ellos, Comunes, Demócratas o Amarillos. Evopoli, por ejemplo, solo posee 2.000 militantes más. De ese modo, no sería sorprendente que su base militante se incremente a medida que el partido gane visibilidad, pues apunta a un público objetivo: la población evangélica.

En el proceso de conseguir más exposición, la dirigencia del PSC ha reconocido públicamente conversaciones con personajes conocidos pero cuestionados. De hecho, todos son parlamentarios que renunciaron a los partidos que les permitieron salir electos, pero que por problemas de conducta, desencanto o ambiciones personales optaron por nuevos caminos. Figuras como Rojo Edwards (ex republicano), Juan Castro (ex RN) y Johannes Kaiser (ex republicano) han considerado en este partido una especie de plataforma para articularse. Desilusionados de Chile Vamos o Republicanos y saliendo por disputas de poder, han creído que quizás el PSC es el lugar que les permitirá cultivar un estilo más duro y confrontacional para cumplir sus objetivos individuales.

No obstante, la pregunta que surge es: ¿cuánto tiempo permanecerán estos políticos en el partidos si formalizan su afiliación o relación con el PSC? ¿Se trata de un proyecto político a largo plazo o uno de los tantos partidos “callampa” del último tiempo? Todas las figuras mencionadas son personajes incómodos, militantes acostumbrados a descolgarse de sus partidos, sin vocación de mayoría, cuya única preocupación es su propia carrera. Es evidente que la vida partidaria en la derecha hoy tiene sus problemas. También es cierto que los partidos han cedido y muchas veces votado en contra de sus ideales. A pesar de eso, la vida partidaria ofrece una condición sin la cual ninguna democracia puede sostenerse: la gobernabilidad de coaliciones. Sin una amplia base que pueda coordinarse entre sí, cualquier gobierno se vuelve imposible. Ese quizás sea el principal desafío de los outsiders mencionados: su imprevisibilidad y su historial de generar conflictos dentro de sus propios partidos no los presentan como elementos que aporten al largo plazo. Con su incorporación, el PSC sin duda ganará mayor visibilidad en la política chilena. Pero es probable que no se den cuenta de que, al mismo tiempo, están hipotecando su propio proyecto.