Columna publicada el lunes 26 de febrero de 2024, por La Segunda.

Se cumplen este marzo dos años del gobierno de Gabriel Boric, y sobre la mesa estarán las preguntas obvias respecto de los vuelcos a los que el presidente se ha visto forzado, su rol en la crítica situación que nos acompaña, y tantas más. Pero se cumplen también diez años de la vuelta del Partido Comunista al poder, tras la creación de la Nueva Mayoría. Se trata de una década de serio declive para el país y las responsabilidades del PC en nuestra crisis presente debieran estar en el primer plano de la discusión.

Su creciente influencia se debió en parte a factores como la hábil conducción de Teillier. Pero la inexperiencia, fragmentación y carencia de proyecto real del Frente Amplio, también contribuyó a dejar al PC como la principal fuerza -la única organizada y con proyecto político claro– en Apruebo Dignidad. Aunque el presidente advertía desde el comienzo que el PC era “un partido más” en su gobierno, evidentemente no es el caso.

Pero si bien esa disciplina ha ayudado a su propio posicionamiento –aspirando ahora a dirigir la Cámara–, el historial de daño al país y a sus aliados es digno de nota. Esto último puede ilustrarse, por ejemplo, con su inquebrantable apoyo a las dictaduras de izquierda en la región. El 2018 Teillier estaba preocupado de que Bachelet no fuera a “cargar la mata” a Venezuela, y en julio del 2019 terminaron cuestionando su informe sobre la situación de DDHH en el país. Al presidente Boric, en tanto, lo incomodaron ya en campaña con una declaración de adhesión a la dictadura nicaragüense.

En la política interna el historial no es menos vergonzoso y resulta casi imposible de cubrir de modo exhaustivo: intentaron acabar con el gobierno de Piñera, articularon el polo duro de la Convención que acabó hundiendo ese proceso, y han terminado calificando de negacionista al presidente Boric. Son solo algunos ejemplos destacados del periodo más reciente, en el que además han defendido las pensiones de gracia e instrumentalizado el INDH hasta destruirlo. Son leales, claro está, en el sentido de no irse del gobierno. Ahí aguantan los momentos “neoliberales” de sus aliados, y compensan sus pérdidas apernando en el aparato estatal funcionarios cuya acción pesará por décadas sobre la vida de los chilenos.

Entretanto, las comunas que gobiernan –Recoleta, Santiago– se han vuelto ejemplos emblemáticos de abandono, y sus respectivos alcaldes –Jadue y Hassler– de desfachatez. Sobre eso podrán juzgar sus habitantes en octubre. Sobre la década completa juzgamos todos. La gran pregunta, por supuesto, es qué juzga desde Palacio quien conduce los destinos del país y alguna vez se ufanó de estar a la izquierda del PC.