Columna publicada el domingo 24 de septiembre de 2023 por La Tercera.

El actual esfuerzo constitucional nació cojo: después del fracaso total de la Convención (que se farreó un respaldo inicial inédito), las fuerzas políticas del 15 de noviembre forjaron otro acuerdo para mantener abierto el proceso. Sin embargo, los grandes ganadores de la nueva elección de representantes fueron los Republicanos (22 escaños de 50), un conglomerado que no participó de ninguno de los dos acuerdos, y que consideraba innecesario el proceso. Ya que no se hizo un nuevo referéndum de entrada, por parecer redundante respecto al plebiscito anterior, la opción que rechazaba seguir con el asunto se expresó inesperadamente en la elección de consejeros. La centroderecha, que había impulsado ambos acuerdos, obtuvo sólo 11 escaños. Y, más encima, la mayoría de los representantes de izquierda electos, en vez de ser moderados, venían de la izquierda radical derrotada en el proceso anterior (CS, el PC y RD tienen 11 escaños en total, frente a sólo 6 del PS).

Con tal configuración, era irreal pensar que se conservaría el clima de relativa cordialidad de los expertos designados. Sin embargo, la disputa interna ha sido una guerra fría, no tipo circo convencional. Esto porque, a nivel de encuestas, el proceso actual siempre pareció causa perdida, y en política nadie se pelea por cargar muertos. La izquierda, entonces, cómodamente apareció con una cinta infinita de “líneas rojas” para comenzar a hablar, y eso dejó a Republicanos y a la centroderecha –que combinados tienen mayoría absoluta- el tratar de sacar adelante un texto competente.

El dilema político era claro: la gran mayoría de quienes rechazan seguir con el asunto constitucional son personas inclinadas hacia la derecha (después de todo, la Constitución remanente es la de 1980/2005). Y, mientras el proceso constitucional siga asociándose al Presidente Boric y a la izquierda octubrista, no lo van a apoyar. Para cambiar esa tendencia, Republicanos decidió saltarse un par de líneas rojas, tratando de que la izquierda dura pisara el palito y se indignara públicamente. El primero en saltar, obviamente, fue el alcalde Jadue, abrazado de la senadora Campillai. De ahí en adelante, el desfile se hizo imparable: el propio Presidente Boric, seguido por Stingo, Atria, Baradit, el resto de la partusa y todo el arsenal minutaman de Claudios Fuentes y Álvaros Ramis. Como siempre, el entusiasmo los llevó rápidamente a la hibris. Un ejemplo es Flavio Quezada, experto apruebista que parece haber borrado por vergüenza los tuits de ese periodo, y cuya nueva cosecha de exageraciones probablemente repetirá la historia. Antonia Rivas, defensora apócrifa de la Convención, anda por ahí. Ruedan y ruedan por el suelo, como Neymares sin árbitro. La desafección del liberalismo liguriano criollo, finalmente, es un daño colateral de la movida.

¿Qué sigue? Republicanos logró echarse encima la máquina octubrista, lo que le sirve para apalancar votos de derecha. Sin embargo, la táctica antagonista tiene claros riesgos políticos. Para salir jugando tendrían que dejar offside al adversario (y recuperar a los ligurianos), disminuyendo el ruido generado por las agendas periféricas (base de su panfleto de 7 puntos) y aprobando una propuesta de sistema político sólida, transversal y bien articulada. Este es el juego final: la función principal de la Constitución política del Estado es organizar la toma y la ejecución de decisiones por parte de la autoridad pública, y la gran razón para cambiar nuestra Constitución actual es que no está cumpliendo bien esa función, y no hay incentivos para reformarla desde adentro. Sólo corrigiendo bien el sistema político el tema constitucional queda cerrado, tal como la mayoría del país espera, y luego la autoridad legítima podrá hacerse cargo de las malas terminaciones en asuntos secundarios que tenga la Constitución nueva. ¿Podrá cambiar Republicanos el ritmo y la táctica de juego ahora? ¿Serán capaces de renunciar a tonteras, como su agenda anticontribuciones, e impulsar un sistema político legítimo y con sentido, a diferencia del lumami de la Convención? Lo sabremos luego. Por ahora, el pinchazo de adrenalina le devolvió signos vitales a un proceso técnicamente muerto.