Carta publicada el martes 9 de marzo de 2021 por El Mercurio.

Señor Director:

A propósito del Día Internacional de la Mujer, algunas personas han postulado que no cabe felicitarlas; sería solo un día para conmemorar el dolor y la opresión. “Nada que celebrar”, nos advierten. Se trata de un singular llamado, pues la discusión sobre la justicia respecto de las mujeres es precisamente un caso paradigmático de cómo se puede reconocer el largo trecho por delante, sin por eso desconocer los avances reales y concretos del pasado. Y esa es una capacidad que necesitaremos en una proporción muy significativa cuando, en el marco del proceso constituyente, revisemos juntos otras dimensiones de nuestro pasado. No podemos darnos el lujo del desequilibrio al enfrentar nuestra herencia. Escribiendo desde la prisión en 1943, Dietrich Bonhoeffer llamaba a que “nuestro ayer pase una y otra vez por la purificación de la gratitud y el arrepentimiento”. Ciertamente es necesario el arrepentimiento. Pero cuando todas las fuerzas de la cultura creen que esa es la vía por la que debemos purificarnos, no está de más recordar el papel que corresponde a la gratitud en ese proceso. Tal vez sí haya algo que celebrar.