Carta publicada el martes 23 de febrero de 2021 por El Mercurio.

Señor Director:

Cuando el gremio de profesores exigió —bajo amenaza de paro y en función de recién comenzar a hablar sobre volver a clases presenciales— la vacunación inmediata de todos los profesores (alrededor de 250 mil), en los hechos demandó que los docentes sanos y jóvenes fueran puestos antes en la fila que todas las personas con enfermedades crónicas. Bajo el aséptico nombre de “esenciales”, entonces, un gremio que se llena la boca con la justicia social mandó a quienes tienen menos poder y corren mayor riesgo a seguir esperando, atrasando el calendario de vacunación.

Esto generó un efecto dominó a nivel de gremios, que rápidamente solicitaron igual privilegio injusto. Y el mismo ministro Palacios que llamó flojos a los dirigentes docentes —permitiendo que su demanda egoísta fuera cubierta por la retórica victimizante de siempre— se ha convertido en el máximo promotor del interés sanitario de muchos de esos grupos.

Es hora de que el Gobierno —cuyo rol principal es resguardar el bien común— ponga orden. Si bien es cierto que el ritmo de vacunación logrado es una proeza que nos aproxima cada día más hacia la llamada “inmunidad de grupo” (70% vacunado), también lo es que la forma en que logremos esa meta no da lo mismo. Hay vidas en juego, pero también hay principios de justicia básicos amenazados, sin los cuales la convivencia política se convierte —parafraseando a Agustín de Hipona— en una guerra de bandas de ladrones. Es momento de ordenar de nuevo la fila, poniendo a quienes más lo necesitan —por riesgo directo, edad y condición de salud— primero.