Opinión
¿Sigue latente el 62% del Rechazo?

'Las últimas semanas sugieren que el peor adversario de las derechas es el espíritu faccioso de muchos de sus referentes'.


¿Sigue latente el 62% del Rechazo?

Luego del frustrado proceso constitucional liderado por republicanos y Chile Vamos, ha existido un esfuerzo más o menos articulado por parte del progresismo para sostener la tesis del 'empate'. A saber, que el segundo proceso habría sido la mímesis del primero. Si ahí fracasó la izquierda, después lo hizo la derecha: básicamente, dos caras de la misma moneda. En las líneas que siguen intentaré resumir las grietas de esa lectura y por qué todo esto adquiere importancia hoy. Por de pronto, existen diferencias relevantes en el ambiente que rodeó el inicio de ambas experiencias. Mientras la fallida Convención comenzó siendo el órgano público que gozaba de mayor credibilidad ciudadana (pese al lúgubre y anticipatorio 4 de julio inaugural), el engranaje Comisión Experta/Consejo jamás tuvo el beneplácito del electorado. En rigor, ni siquiera cuando los expertos alcanzaron un acuerdo la población mostró apoyo o entusiasmo significativo al respecto. Si se quiere, la Convención fue algo así como un 'rey Midas' al revés para la agenda constitucional, y el segundo proceso fue en parte víctima de ese fenómeno.


Por otro lado, aunque en el segundo proceso se cometieron evidentes errores de conducción política —las derechas nunca se tomaron suficientemente en serio el desafío de articular un pacto político transversal—, los graves defectos del inverosímil proyecto de la Convención eran de otra entidad. En el segundo caso se trató de una oportunidad perdida, en el primero Chile se encontraba al borde del abismo (para ser más precisos: ad portas de una 'dictadura legal', según advirtiera con valentía el expresidente Frei Ruiz-Tagle). Para notarlo basta recordar los riesgos geopolíticos que suponía la plurinacionalidad; el caos que implicaban el endeudamiento municipal y otras hebras del Estado regional; el inminente peligro de captura política que existía tanto de los tribunales ordinarios como de la justicia electoral; la eliminación del Senado, y un muy largo etcétera que, en su conjunto, caló profundamente en la ciudadanía. ¿Hasta qué punto caló? Si se considera la persistente reprobación del gobierno en torno al 60%, y el similar porcentaje que bordea la suma (hipotética) de los candidatos de oposición en múltiples encuestas (versus el tercio de Jara), puede pensarse que caló hasta un punto mucho mayor al que suponen ciertas élites. Ahora bien, de la oposición depende aprovechar este escenario: el segundo proceso confirmó que —pese al cuadro descrito— nada hay asegurado. Y las últimas semanas sugieren que el peor adversario de las derechas es el espíritu faccioso que padecen muchos de sus referentes. Ellos harían bien en recordar que el 62% también fue posible gracias a una actitud muy distinta de su parte.

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