Pese a que aún quedan cuatro meses de campaña, Evelyn Matthei se encuentra en una situación compleja, porque ha debilitado demasiado temprano su principal activo: sus buenos resultados en las encuestas.
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Después del anuncio de Trump para aplicar aranceles al cobre, Evelyn Matthei ofreció al Presidente el apoyo de su equipo de expertos para enfrentar la situación. No pasó mucho tiempo antes de que tuviera una respuesta: Boric rechazó, como era de esperar, su ofrecimiento. Frente a la negativa, Matthei recurrió a una actitud recurrente de su campaña: la crítica. “Es un problema de ellos, yo me quedo tranquila en el sentido de que hemos puesto a disposición nuestra mejor gente y tenemos gente que es de verdad muy buena”. Podría haber sido una buena apuesta, pero la candidata no pudo terminar de capitalizar lo que sí hacía Sebastián Piñera.
Lo anterior representa un episodio más dentro de las dificultades de la candidatura de Matthei, confirmadas por las encuestas del domingo pasado que la dejan en tercer lugar. Algunos problemas se incuban desde hace tiempo. En una columna de marzo de 2024 en este medio, señalábamos el riesgo de desorientación que amenazaba a la candidata de Chile Vamos si restringía su estrategia a los criterios de las corrientes progresistas presentes en algunos sectores de la centroderecha. Apropiándose por momentos del discurso de la izquierda, Matthei ha hecho explícitamente de Kast su principal adversario, y para ello ha apostado a un discurso que ya vimos en la campaña de Sebastián Sichel: presentarse como la figura de la moderación, que no está ni en la izquierda ni en la derecha. Es sabido el desenlace del intento presidencial del actual alcalde de Ñuñoa y la tendencia de las últimas encuestas demuestra algo de aquello.
Pese a que aún quedan cuatro meses de campaña, Evelyn Matthei se encuentra en una situación compleja, porque ha debilitado demasiado temprano su principal activo: sus buenos resultados en las encuestas. Ahora deberá lidiar con el desorden interno de su coalición, la moral baja de unos equipos que ven cómo otras figuras toman ventaja, y con un entorno cada vez más diverso en opiniones. Pero el mal momento no parece haber generado señales de un cambio. Indicativo de esto es el dato –según Ex-Ante– de que en el grupo de WhatsApp de la campaña haya circulado el lunes de esta semana mensajes del tipo: “Lo más importante: contamos con la mejor estructura territorial del país, y con ella seguimos avanzando con disciplina, convicción y sin ansiedad. Esta es una campaña de largo aliento, de sentido común, no de una sola encuesta que constantemente nos invisibiliza”. Todavía no se ven indicios de una autocrítica seria.
Ahora bien, la baja en las preferencias parece ser reflejo de una estrategia que no ha terminado de cuajar, ni por parte de Matthei ni de Chile Vamos. Ante una campaña titubeante y en semanas clave, resulta difícil pensar que sus asesores tengan un plan efectivo para revertir la tendencia que marcan las encuestas. Basta con repasar algunas de las decisiones más importantes. Primero, rechazaban un pacto con Republicanos, pero ahora están por la unidad de la derecha. Defendieron en un inicio a los once voceros, pero ahora se reconoce que el exceso de vocerías fue un error. Que sí a la pena de muerte en algunos casos para seducir a la derecha más dura, pero ahora se prefiere apuntar a los sectores de centroizquierda. Que Kast era el rival más fácil de vencer en segunda vuelta, pero ahora se defienden diciendo que Matthei está “empatada” en segundo lugar. Que Kast debía bajarse por sus malos resultados en las encuestas, pero ahora las encuestas no importan. La lista suma y sigue mientras desaprovechan el valioso material levantado por sus equipos programáticos.
Algunos podrían celebrar la caída de Matthei. La dificultad para ejercer liderazgo en la coalición y la ausencia de claridad en el camino a seguir generan dudas sobre su capacidad de conducción. Sin embargo, su declive podría generar un problema grave para el país, y eso también debiera advertirlo el resto de las derechas. En efecto, junto a la candidata podría caer un sector relevante para alcanzar acuerdos y construir mayorías políticas, sin las cuales nadie puede gobernar. Esa tal vez sea la batalla más importante a futuro de la derecha tradicional: mantener el rol moderador que ha ejercido durante los últimos años sin desaparecer en el intento. Por ahora, se ve difícil mantener ese bloque, los errores propios lo están debilitando en extremo.