Columna publicada el martes 18 de agosto de 2020 por El Líbero.

Durante las últimas semanas, la discusión en torno al proyecto de ley sobre migración ha revelado las dificultades de nuestra clase política para resolver los problemas asociados a este fenómeno. Aunque es evidente que las acusaciones cruzadas, la confrontación permanente y el bloqueo del sistema político no son dinámicas que se observen exclusivamente en este tema, aquí se manifiestan algunas particularidades que es necesario tener en consideración. Después de todo, tanto la oposición como el Ejecutivo tienen serias dificultades a la hora de articular respuestas frente a las complejidades inherentes a la inmigración.

Partamos por las tensiones de la izquierda. Enceguecidos por la retórica cosmopolita que defiende la total apertura de fronteras y la existencia del derecho humano a inmigrar, ciertos sectores de la oposición no advierten que la llegada de extranjeros efectivamente puede traer dificultades a los chilenos más vulnerables, en temas como el trabajo, la vivienda o la salud.

Esa ceguera se refleja a la perfección en las indicaciones presentadas por algunos parlamentarios del bloque durante la discusión legislativa del proyecto sobre migración. Los senadores Juan Ignacio Latorre (RD) e Isabel Allende (PS), por ejemplo, propusieron la creación de una subcategoría de permanencia transitoria que habilita a los inmigrantes para entrar a Chile con un permiso de búsqueda de oportunidades laborales. Sin embargo, en medio de un brutal desempleo y una incipiente crisis económica, esta propuesta debe ser revisada. Si consideramos que los inmigrantes suelen estar dispuestos a trabajar por sueldos más bajos que los chilenos, es probable que una medida de este tipo aumente las tensiones entre ambos grupos, dificultando aún más la integración de los extranjeros a nuestra sociedad y aumentando la xenofobia que estas mismas propuestas supuestamente buscan combatir.

Por otro lado, el gobierno no parece estar haciéndolo mucho mejor. Aunque las críticas a las indicaciones presentadas por la oposición parecen más que razonables, el oficialismo reiteradamente muestra dificultades a la hora de plantear su posición y, en definitiva, de hacer política. En una rueda de prensa relativa al proyecto de ley sobre migración, por ejemplo, el Ministro del Interior redujo el problema a la inmigración haitiana, dando pie a una serie de comentarios que (nuevamente) condujeron la discusión hacia la pregunta de si es que había o no racismo en las opiniones del gobierno.

Otra señal de esta profunda dificultad del Ejecutivo ha sido la constante incapacidad para mantener una relación fluida con las organizaciones de la sociedad civil que trabajan en el tema migratorio. Aunque las autoridades del Departamento de Extranjería han hecho una labor valorable en muchos sentidos, es lamentable que en varias ocasiones ese trabajo se haya visto empañado por un ánimo confrontacional que no ayuda a solucionar los problemas que implica la inmigración. Las divergencias ideológicas con esas organizaciones no debieran ser motivo para que el gobierno mantenga tal nivel de disputa con ellas. Es más, el Ejecutivo no puede olvidar que la sociedad civil ha cumplido un rol trascendental en la integración de los extranjeros, siendo muchas veces más exitosa que el mismo Estado en esa tarea.

Urge, entonces, que tanto el gobierno como la oposición puedan reconsiderar sus aproximaciones y realicen los indispensables esfuerzos para volverse conscientes de sus propios sesgos. Es la única forma de, por un lado, evitar el racismo y, por el otro, lograr una inmigración ordenada, segura y regular. Llegó el momento de que por fin nos demos cuenta que ambos objetivos no son excluyentes, por el bien de los inmigrantes y de todos esos chilenos que conviven con ellos.