Columna publicada el sábado 7 de marzo por La Tercera

En un capítulo de Los Simpson, el señor Burns va al médico y recibe una mala noticia: su organismo está siendo atacado, al mismo tiempo, por todas las enfermedades conocidas por el ser humano, además de por varias desconocidas. La razón por la que no ha muerto, le explica el doctor, es porque los agentes intentando destruirlo son tantos, que se han visto atrapados en un cuello de botella, dejando la salud del millonario dependiendo de un precario equilibrio. Burns, luego de escuchar esta explicación, proclama “eso quiere decir que soy indestructible”. El médico, alarmado, le explica que la realidad es la opuesta: cualquier cambio ambiental que modifique ese equilibrio podría terminar con su vida, “incluso la más leve brisa”. Pero Burns ya no escucha: sale tranquilo de la consulta repitiendo en voz alta, con plena confianza, “soy indestructible”.

Cuando se filtró desde La Moneda que la estrategia comunicacional para marzo sería “copar todos los espacios mediáticos” con intervenciones del Presidente, muchos fanáticos de la serie norteamericana recordamos ese capítulo. La razón expuesta por los asesores para justificar la sobreexposición mediática de Piñera era que eso le daría una lección a quienes cuestionaban la legitimidad política del Mandatario, siendo que esos cuestionamientos, en gran medida, se han alimentado -y se seguirán alimentando- de los errores comunicacionales del Presidente. Errores que hace rato sobrepasaron las “piñericosas”, como en el caso del anuncio de “guerra” contra un enemigo poderoso innominado, y que tienen un enorme potencial de daño.

En efecto, el gobierno se encuentra hoy en un equilibrio político en extremo precario. Y concluir que la mejor forma de recuperar terreno es aumentar la exposición comunicacional de su eslabón mediático más débil equivale al “soy indestructible” del señor Burns. ¿A quién se le puede haber ocurrido algo así? A estas alturas, cuando hasta un general acostumbrado a la vida de cuartel mostró mejor manejo de comunicaciones que el primer Mandatario, lo lógico sería un digno repliegue hacia la posición de Jefe de Estado, no una ofensiva publicitaria.

Esto, considerando especialmente el hecho de que los medios de comunicación tienden a fijar roles mediáticos a los actores políticos (el “vamos, di lo tuyo”), siendo muy difícil salir del rol sin contar con habilidades excepcionales, pues todas las intervenciones tenderán a ser adecuadas a la expectativa prefijada. En simple: todos estarán esperando y buscando que meta la pata, leyendo y editando bajo esa luz todo lo que diga. Y en política, la responsabilidad por ser sacado de contexto, lamentablemente, recae en el hablante.

Uno bien podría preguntarse, finalmente, cómo es que Cristián Larroulet sigue a la cabeza del Segundo Piso tras la serie de errores políticos y comunicacionales antes y durante el estallido social. Quizás no ha habido tiempo para evaluar la estrategia de “dientes apretados” que precedió a la de “copamiento”. O, tal vez, efectivamente el Presidente ingresa todos los días al Palacio repitiendo en voz alta, con plena confianza, “soy indestructible”. Y, en ese caso, da lo mismo quién habite el Segundo Piso.