“Sin embargo, para debatir de verdad no es suficiente leer un par de líneas, en especial teniendo presente que la discusión ha continuado. Si nos quedamos únicamente en las cuñas, no sólo caemos en desfiguraciones que nos impiden rescatar ideas plausibles, sino que además eliminamos de raíz toda posibilidad de refutar opiniones o propuestas que sí pueden ser puestas en tela de juicio de manera seria y razonada”.
“Como se trata de discusiones difíciles —los niños no son un objeto—, se hace especialmente necesario afrontarlas con serenidad, capacidad de escucha y deliberación razonada; cualidades que se echan de menos en la esfera pública nacional”.