Columna publicada el lunes 8 de mayo de 2023 en La Segunda.

“La cuestión constitucional no se soluciona con una nueva Constitución política del Estado, sino que con una nueva Constitución política de la sociedad”, decía un entusiasta Jaime Bassa el año 2020 (“La Constitución que queremos”, LOM, p.19). Hoy, tres años después, palpamos las consecuencias paradójicas e inesperadas de ese utópico proyecto, que Bassa impulsó junto a Elisa Loncon y tantos otros en la fallida Convención. Porque si bien siempre fue una quimera pretender la reestructuración forzada del país, sus promotores sí consiguieron —ironías del destino— reconfigurar el panorama electoral de Chile.

Conviene tomar conciencia de cuán significativa ha sido dicha reconfiguración. Luego del macizo triunfo del Rechazo, las voces más lúcidas de izquierda y centroizquierda reconocieron haber sufrido el mayor fracaso de su historia el 4 de septiembre. Incluso hubo quienes, dentro de ese mundo político, afirmaron que la derrota en el plebiscito de salida era en cierto sentido más dura que la sufrida el 11 de septiembre de 1973. No sólo porque ahora se trataba de una inobjetable derrota democrática, sino también porque el Apruebo perdió en las zonas rurales e indígenas, en todas las regiones y en todos los estratos sociales. En simple: fue el pueblo chileno, el tan manoseado pueblo, el que le dio la espalda al proyecto de refundación que promovieron las izquierdas desde la Convención y desde La Moneda.

Pues bien, los resultados electorales de ayer sugieren que la divisoria de aguas que trajo consigo el plebiscito de septiembre no sólo sigue vigente, sino que se ha profundizado. Mientras el 62% del Rechazo fue sustentado por una colaboración transversal e inédita entre dirigentes y grupos políticos que iban desde la centroizquierda hasta la derecha y que invitaban a “Rechazar por una mejor”, ayer las fuerzas oficialistas obtuvieron menos votos que el Apruebo y la centroizquierda tradicional virtualmente desapareció de la escena. Todo esto de la mano del auge del Partido Republicano, que por sí solo superó el tercio de los sufragios y se convirtió en la primera mayoría del país.

Desde luego no faltarán quienes eludirán su responsabilidad excusándose en la incertidumbre que hoy vive la población, comenzando por la crisis de seguridad. Pero ni las cifras que arrojó la elección de consejeros constitucionales ni la conexión que advierte la ciudadanía entre dicha crisis y el oficialismo se entenderían sin la validación de la violencia y otras desmesuras. Las mismas desmesuras que —con pocas excepciones— las izquierdas defendieron en los últimos años, desde los “hechos necesarios” del 18 de octubre (Atria dixit) hasta los extraviados indultos del presidente Boric. Vaya éxito de la ensoñación refundacional.