Columna publicada el lunes 23 de enero de 2023 por La Segunda.

Salvo un puñado de incondicionales, pocos se atreverían a decir que el expresidente Piñera realizó un buen gobierno. Pero, ad portas de concluir el año político —el primero de un largo cuatrienio a cargo de la nueva izquierda—, el presidente Boric está logrando la singular proeza de encabezar una administración aún más defectuosa. Así lo sugieren no sólo los indultos y sus “desprolijidades”, sino también casi cualquier parámetro relevante de comparación.

En cuanto al gabinete ministerial, ambos —Piñera y Boric— instalaron un comité político basado únicamente en la confianza personal. Fue un error que también cometió la expresidenta Bachelet con Peñailillo (y en el que no incurrió el expresidente Lagos con José Miguel Insulza). Sin embargo, en el caso del presidente Boric se suma una mezcla jamás vista de chapucería, amateurismo e improvisación, como la que se observó con Izkia Siches en Interior; y una Segpres liderada por Giorgio Jackson que, también de forma inédita, parecía empeñada en dinamitar los puentes con el Congreso. La semana pasada fue muy elocuente al respecto. En suma: un papelón en el centro del poder.

La diferencia a nivel de equipos de gobierno tiene consecuencias en otros ámbitos. Quizá el caso más visible sea el desolador contraste entre el exsubecretario Yañez, uno de los artífices de la exitosa vacunación bajo el gobierno de Piñera, y el subsecretario Ahumada, autor material e intelectual de las múltiples trabas que encontró la aprobación del llamado TPP-11. Todo esto repercute no sólo en el deterioro de la Cancillería y la política exterior —diagnosticado de manera contundente por Paz Zárate, Paulina Astroza y otros expertos afines a la centroizquierda—, sino además en diversos campos de la gestión gubernamental.

Así, en salud la nueva izquierda ha coqueteado con dejar caer las Isapres (esto es: perjudicar en forma directa a más de tres millones de personas e indirectamente al país completo), y su manejo de la pandemia ha hecho extrañar a la autoridad sanitaria precedente; la misma que “quería matarnos” según algunas de las fuerzas que apoyan a la administración de Boric. En educación se necesitó una presión social significativa para comenzar a enfrentar la deserción escolar, indolencia sólo comparable con la acusación constitucional presentada contra el exministro Figueroa por impulsar el regreso a clases. Etcétera.

Si además añadimos el desvergonzado intervencionismo electoral para el plebiscito de salida —el kiosko afuera de Palacio y la firma de constituciones fueron tan “históricas” como la paliza del 4 de septiembre—, el balance no es muy alentador. Camila Vallejo dijo que el gobierno anterior era “el peor de la historia” (8 de marzo de 2022). ¿Qué queda para el actual?