Columna publicada el lunes 30 de enero de 2023 por La Segunda.

“Duelo de titanes”, señaló más de algún medio estos días. Porque ante el dilema oficialista del momento —una o dos listas de cara a la elección de consejeros constitucionales—, Michelle Bachelet apoyó la unidad e incluso está dispuesta a ser candidata de esa hipotética lista única. Y, en paralelo, Ricardo Lagos respaldó la apuesta contraria, empujada por el PPD y otras fuerzas políticas. Ir separados y así posibilitar una “expresión fuerte y solidaria del Socialismo Democrático” sería, cree Lagos, el mejor aporte de ese mundo.

Este contrapunto es cualquier cosa, menos azaroso. En rigor, refleja a la perfección las dos visiones políticas e históricas que hoy coexisten y pugnan en la centroizquierda, no sólo en la órbita socialista. 

Por un lado, la expresidenta Bachelet encarna como pocas figuras de los “30 años” la incomodidad con ese período en que le tocó ser protagonista de un Chile juzgado pública o soterradamente como “neoliberal”. Tal vez no fue casual que al volver a La Moneda ella lograra la singular proeza de incorporar al PC, un anatema para quienes jamás avalaron ni olvidaron la lógica de “todas las formas de lucha”. Quizá tampoco fue fortuito que luego apadrinara y acogiera en su Mineduc a la naciente Revolución Democrática, llegando a aceptar la extravagante idea de la “colaboración crítica”. Al fin y al cabo, Bachelet siempre parece haber tenido en su horizonte la unidad de las izquierdas. 

Por otro lado, el expresidente Lagos es, junto con Patricio Aylwin —y más allá de las diferencias que existieron entre ambos—, el principal referente de aquellos que abrazan un balance positivo del camino recorrido después del triunfo del No. Quienes, finalizadas las sumas y las restas, recuerdan la Concertación con mucho más orgullo que resignación. No sólo porque creen ser más conscientes de las dificultades políticas e institucionales del Chile posdictadura, sino también porque valoran ese país de modo favorable. Nada más elocuente que los documentos que el propio Lagos firmó de su puño y letra en el contexto de la fallida Convención. 

Fue precisamente en medio de la definición en torno al plebiscito de septiembre donde las divergencias anteriores pudieron vislumbrarse en todo su esplendor. El expresidente Lagos encontró, con su talento habitual y haciendo resonar en sus palabras la trayectoria republicana del país, una manera original e inesperada de distanciarse del proyecto constitucional fracasado. En cambio, la expresidenta Bachelet no tuvo inconvenientes en aparecer en la franja del Apruebo y afirmar que, en último término, dicho proyecto “se acerca a lo que yo siempre soñé”. 

Quizá esa sea, al final del día, la pregunta fundamental: ¿qué sueña hoy el socialismo democrático?