Columna publicada el lunes 7 de noviembre de 2022 por La Segunda.

No se requiere ser particularmente agudo o perspicaz para advertir las enormes dificultades que enfrenta la reforma previsional de La Moneda. La más visible es la hostil correlación de fuerzas parlamentarias. Es obvio que sin grandes consensos la reforma es inviable y, por lo mismo, la apuesta tipo “tejo pasado” del oficialismo parece temeraria. ¿Qué futuro pueden tener las cuentas nocionales, el nuevo ente estatal que se plantea y otras innovaciones que distan de generar amplios acuerdos en el Congreso?

Al complejo escenario político se suman las legítimas dudas que surgen desde el mundo técnico. Es el caso, por ejemplo, de David Bravo, economista que lideró la comisión previsional creada por la expresidenta Bachelet en su segundo mandato. Bravo ha subrayado que luego de la Pensión Garantizada Universal (PGU) ya nadie puede negar el carácter mixto del sistema imperante. Y, más importante aún, que urge analizar en detalle el destino del 6% adicional que se propone. En sus palabras, “no es posible hacer una reforma que argumente que se requiere solidaridad en las cotizaciones del 6% con el mismo argumento que antes de la implementación de la PGU… se debe mirar con mucha atención la justificación que se tiene para que esa solidaridad que se busca con las cotizaciones se requiera”. 

Con todo, el mayor obstáculo que debe sortear la reforma del gobierno reside en lo que podríamos llamar las mayorías sociales del Chile actual. Los números que arrojó la última encuesta Cadem —un 61% quiere que el nuevo 6% vaya directamente a la cuenta individual del trabajador— no deberían sorprender a nadie. Ni siquiera en los momentos de mayor entusiasmo en torno al movimiento “No+AFP” la lógica de la capitalización individual logró ser desacreditada. Pero desde que la nueva izquierda impulsó con fervor casi religioso los retiros de fondo previsionales, primero en tribunales y después en el Congreso, dicha lógica terminó de arraigarse en la ciudadanía. 

El extravío fue tan profundo que incluso llegó a rechazarse la tributación de los retiros. Por si fuera poco, los entonces diputados Boric y Jackson hicieron de todo, incluyendo un viaje “épico” de Jackson a Valparaíso transmitido en tiempo real, para promover leyes que básicamente decían a los chilenos “¡los fondos de pensiones son tuyos, retíralos!”

La guinda de la torta fueron los justificados temores que originó la dinámica de la Convención respecto del futuro del país. No fue casual que la iniciativa popular “Con mi plata NO” haya sido la más votada, y no resultó inocuo que el fracasado órgano casi despreciara esa preocupación tan extendida.

Hoy la izquierda sólo está cosechando lo que sembró. Si La Moneda quiere sacar adelante su reforma, tiene que asumir esa realidad.