Carta publicada el lunes 14 de noviembre de 2022 por El Mercurio.

Señor Director:

Agradezco la respuesta del profesor Alejandro Romero a mi columna del sábado. No obstante, me temo que nos atribuye una influencia exagerada a quienes —pese a haber sugerido otras alternativas— terminamos apoyando el acuerdo político del 15-N para intentar canalizar la peor crisis del Chile posdictadura.

De hecho, yo mismo había criticado en estas páginas la idea de una asamblea constituyente y la instrumentalización de la crisis por parte de la izquierda (carta del 28/10/2019). Más aún, desde el año 2016 afirmé —sin mayor acogida en el mundo político— que la derecha cometía un severo error al ignorar la agonía de la Constitución vigente (“La ilusión constitucional”, IES). En mi opinión, la ruptura de los consensos de la transición exigía enfrentar el desafío constitucional y anticiparse a la nueva izquierda. Tal vez era pedir demasiado.

Esa posición, distante del ímpetu refundacional, pero también del inmovilismo político e institucional, solo encontró expresión mayoritaria en la campaña del Rechazo de salida. Hoy lo central es precisamente sacar lecciones de esa exitosa campaña y del fracaso de la Convención. Y quizá la principal lección sea articular cambio y continuidad a partir del más amplio consenso posible, para superar los problemas del Chile actual.

Solo a modo de ejemplo, hay que mantener el régimen presidencial y el Senado, pero también buscar vías para disminuir la fragmentación y favorecer la gobernabilidad. Alternativas hay muchas (voto obligatorio, reformas al sistema electoral, un umbral mínimo de representación en el Congreso, unir la fecha de la elección parlamentaria con el balotaje presidencial, etcétera). Pero el inmovilismo no es opción. Eso sí que sería —citando al profesor Romero— volver a tropezar con la misma piedra.