Carta publicada el sábado 8 de octubre de 2022 por La Tercera.

Sr. Director:
“Polémica artificial”. Así calificó la ministra Vallejo la discusión que generó la
ministra Orellana al anunciar de manera intempestiva un proyecto de aborto sin
causales. Me temo, sin embargo, que la ministra vocera se equivoca. La polémica
no es artificial, sino que revela a la perfección el confuso momento que vive La
Moneda a un mes de haberse producido el monumental triunfo del Rechazo.
En efecto, por el bien del país y del propio gobierno hoy su prioridad debería ser
favorecer el diálogo político e intentar conectar con las grandes mayorías. Esto
exige priorizar sus problemas más acuciantes, como la delincuencia y la crisis
económica, tomarse en serio la tarea de conducir el Estado —la denostada “mera
administración”—, y abandonar aquellas agendas políticamente inviables y
divisivas, como el aborto libre.

No obstante, pese a que ideas muy similares fueron descartadas hace apenas un
año en el Congreso Nacional e integraban el texto rechazado hace apenas un mes
—un mes— en el plebiscito de salida, el gobierno insiste en instalar banderas
como el aborto sin causales. ¿Qué sentido tiene esta cruzada? ¿Y qué sentido
tienen los énfasis que hoy subraya el Frente Amplio? Esta semana las otras
noticias que salieron desde el corazón de La Moneda fueron la eliminación de la
institución de la Primera Dama y el encargo de un Código Penal “con perspectiva
de género”. ¿A qué responden estas preferencias?

Ninguna de las posibles respuestas resulta particularmente estimulante. ¿Se
busca desviar la atención de los asuntos que más complican al gobierno? Eso
sería continuar ignorando las prioridades ciudadanas. ¿Se quiere dividir a la
oposición? Ya sabemos que las lógicas identitarias tienen escaso apoyo más allá
del oficialismo. ¿O acaso el propósito es simplemente apretar los dientes e
impulsar a cualquier evento la visión de mundo de Apruebo Dignidad?
Lo último quizá dé en el clavo —es lo que transmite La Moneda—, pero el
fenómeno no deja de ser inquietante. Si es así, tal vez no estamos en presencia
de un proyecto político orientado a articular mayorías y gestionar el Estado, sino
más bien ante un proyecto cultural, místico o de otra índole. Un proyecto muy
curioso, en la medida en que cree ser inmune a la mayor derrota de la izquierda
en la historia de la democracia chilena.