Carta publicada el viernes 9 de septiembre de 2022 por El Mercurio.

Resulta preocupante cuán habitual se ha hecho el uso de bombas molotov en las protestas callejeras. Los últimos días, –nuevamente– hemos sido testigos de hechos de violencia extrema protagonizados por overoles blancos y estudiantes de liceos emblemáticos de Santiago. Las molotov son lanzadas, muchas veces, contra Carabineros, y es tal su eficacia que si estallan cerca de una persona, pueden causar quemaduras graves (y potencialmente letales).

El Ministro de Educación emplazó a los apoderados a asumir la responsabilidad y a conversar y reflexionar con sus hijos sobre los alcances de ese tipo de manifestaciones.   Pero, ¿cuántos padres estarán en condiciones de hacerlo? Es posible que el problema sea anterior, pues sabemos que hay una estrecha vinculación entre la conducta violenta de los adolescentes y la disfuncionalidad familiar.

Por otra parte, ¿qué autoridad moral —o voluntad de ejercerla—-  tienen en este ámbito algunas de las actuales autoridades educativas, incluyendo al exsubsecretario Nicolás Cataldo? ¿Cuántas veces se ha alentado o avalado la violencia estudiantil en redes sociales y de otras formas?.  Sumado a lo anterior, ellos mismos han alimentado también una retórica de amplia “autonomía progresiva”, que tiende a desplazar, o minimizar, el lugar de los padres.

La república, la vida normal que el ciudadano necesita llevar, exige un gobierno real e inequívocamente comprometido con el orden público. Por el bien del país y de La Moneda es de esperar que se asuma a cabalidad esta realidad.