Columna publicada el lunes 5 de septiembre de 2022 por La Tercera.

No, Fernando Atria; no, Eric Chinga; no, Elisa Loncón; no, Hugo Gutiérrez; no, Cristina Dorador; no, Jaime Bassa; no, Natividad Llanquileo; no, Daniel Stingo; no,María Rivera; no, Bessy Gallardo; no, Patricia Politzer; no, Jorge Baradit; no, Manuel Woldarsky; no, Benito Baranda; no, Beatriz Sánchez; no, Malucha Pinto; no, Marcos Barraza; no, Cristian Viera; no, Elsa Labraña; no, Mauricio Daza; no, Francisca Linconao; no, ministra Vallejo; no, ministro Jackson. El rechazo no arrasó porque la gente no leyera el proyecto. Tampoco porque “los medios”. No triunfó el miedo.

Triunfó la dignidad de no aceptar algo mal hecho. Triunfó el deseo de una patria grande, donde quepamos todos, en vez de la covacha militante que nos impusieron. Triunfó un país que no quería ser inventado de nuevo por ustedes, ni picado en pedacitos. Triunfó el aprecio por el decoro público. ¿Qué es la dignidad sino negarse a ser tratado con la punta del pie?

La propuesta constitucional no la escribieron para los trabajadores, no la escribieron para la clase media, no la escribieron para nuestras ciudades, no la escribieron para nuestros bosques, glaciares y ríos. ¿Cómo se entiende sino que la “Constitución regionalista” perdiera en las regiones, que la “constitución indigenista” perdiera en las comunas con más indígenas, que la constitución “ambientalista” perdiera en las zonas de sacrificio y que la “constitución del pueblo” perdiera en todos los pueblos?

El proyecto ustedes lo escribieron para otros de otro lado y para ustedes solos. Para la organización que los invitaría a Francia, a victimizarse frente al Sena. Para la ONG de ayudismo internacional a la que saltarían después. Para Susan Sarandon, para Bernie Sanders, para el actor de Hulk. Para el profesor tanto y tanto y su curso de anticolonialismo Ivy League. Para Piketty, Mazzucato y el otro señor, que le dirigió la tesis al subsecretario Ahumada. La escribieron para luego sacar un libro sobre cómo la habían escrito. La escribieron mirándose al espejo. Asumieron que todo lo que ustedes pensaban que era bueno, lo era obviamente para todo el resto. Todo, todo lo que imponían, lo presentaban como “mínimo”, “básico”, “indispensable”. Nada que discutir, dijeron. En suma, lo que escribieron, era para ustedes mismos. Para expresar su persona en un papel.

Esa falta de generosidad y cariño es la que fue tan duramente castigada. No les costaba nada preguntarse qué era lo que el “pueblo”, manoseado hasta el cabreo, necesitaba. Cada uno ya venía con su pedacito de publicidad propia a colgarla del arbolito. Y el resultado es lo que fue: un embutido de furias reales e impostadas.

Chile eligió una nueva oportunidad para hacer las cosas bien. Para quererse y tomarse en serio como país. No fue gracias a ustedes. Fue contra ustedes. Septiembre le ganó a Octubre. Ustedes dijeron con altivez y desprecio, ante preguntas certeras, “no es su platita”. Pues bien, no eran sus votitos.