Columna publicada el lunes 26 de septiembre de 2022 por La Segunda.

Un proceso “con bordes más claros”. Con esas palabras, y quizá sin notarlo, el presidente Boric ayudó a consolidar una idea que genera apoyo transversal. Sin ir más lejos, Raúl Soto, diputado PPD y presidente de la cámara baja, ayer avaló este planteamiento para “evitar excesos y un nuevo fracaso”. Nótese: no sólo la centroderecha sugiere delimitar la continuidad del itinerario constituyente.

Nada de esto es fortuito. El macizo triunfo del Rechazo obliga a aceptar una realidad que muchos menospreciaban antes del plebiscito: la sociedad chilena anhela no sólo cambios sociales significativos, sino también estabilidad y certeza. O, en otras palabras, mayor seguridad en las distintas dimensiones de la vida; un deseo cada vez más acuciante ante el deterioro del orden público, la inestabilidad política y la crisis económica. Los “bordes” responden a este escenario.

Por otro lado, y a diferencia de lo sostenido con pertinacia en la Convención, acá no se debía refundar ni partir desde cero. Como han advertido diversos estudios, análisis y plataformas de conversación ciudadana, las grandes mayorías valoran su trayectoria vital y lo que han conseguido durante las últimas décadas. Mal que le pese a algunos, ni la historia republicana ni los bullados 30 años fueron pura “opresión y despojo”, por lo que el desafío es reconstruir desde lo ya existente. Luego, hay que tomarse en serio la tradición constitucional chilena y la evolución del Chile posdictadura. Los “bordes” también colaboran a ese fin.

Con todo, en adelante la tarea será diseñar esos “bordes” de forma políticamente viable y, sobre todo, eficaz en relación con el conjunto del proceso. Por ejemplo, la inclinación natural es reforzar la cláusula de límites que se fijó para la fracasada Convención (Art. 135 de la Constitución vigente). Así, al carácter de república, el régimen democrático, los tratados y las sentencias judiciales, podrían añadirse ahora —citando los ejemplos del diputado Soto— elementos como el carácter unitario del Estado o la autonomía del Banco Central. Todo esto es muy sensato, pero cabe recordar que esa cláusula aseguraba poco por sí sola, en la medida en que no estaba sujeta a ningún control.

Además, hay fronteras temáticas menos obvias, pero muy arraigadas y cuya definición previa favorecería una redacción armónica de la propuesta de nueva constitución. El mejor ejemplo es la institución de un Presidente de la República que es jefe de gobierno, jefe de Estado y electo popularmente por la ciudadanía. Y quizá lo más importante: de cara a esa redacción pocas cosas son tan relevantes como el reglamento y el sistema electoral del órgano encargado de esa misión. Al final del día, esos serán (o no) los principales “bordes” del proceso.