Columna publicada el lunes 8 de agosto de 2022 por La Segunda.

En el primer capítulo de la franja televisiva, la presidenta del PPD, Natalia Piergentili, describió con las mismas palabras que titulan esta columna el trabajo de la Convención. El hecho es muy sintomático del momento actual. Por un lado, es llamativo que ese crudo diagnóstico integre la campaña del Apruebo. Porque desde la eliminación del estado de emergencia hasta la falta de regulación de los partidos, el texto del órgano constituyente es un fiel reflejo del ánimo que lo inundó.

Por otro lado, sorprende también la diferencia entre los mensajes del socialismo democrático y el resto de las izquierdas. Qué mejor ejemplo que las entrevistas dominicales de Marcos Barraza y Patricia Politzer —los nuevos autocomplacientes de la escena política criolla—. Si acaso es verdad que las menguadas opciones del Apruebo dependen de su oferta de cambios, lo menos que puede decirse es que dicha oferta, incluso si se concreta, verá disputada su credibilidad. Para muchos sería una mera “decisión táctica”, citando los reveladores términos con los que Barraza, en un exceso de entusiasmo, reivindicó la ausencia del PC en el Acuerdo de noviembre.

Con todo, lo principal es que, más allá del mundo de No Neutrales y Apruebo Dignidad, hay un amplio consenso en que Piergentili tiene razón en su crítica. A estas alturas es evidente que el cierre del proceso en curso ha sido muy distinto a lo esperado. Y esto no ocurrió por azar, sino que en gran medida por la irresponsabilidad de las fuerzas políticas que detentaron las mayorías en la Convención; las mismas que hoy dudan de las encuestas, imputan falta de “convicción democrática” a la centroderecha y denuncian “fake news” ante casi cualquier interpretación discrepante.

En rigor, cada día son más visibles los efectos de haber renunciado a entender la Convención como el lugar donde había que articular un pacto político transversal, de vocación mayoritaria y alcance nacional. Para hacerlo, bastaba tomarse mínimamente en serio las percepciones ciudadanas o las elecciones de noviembre y diciembre del año pasado, previas a las votaciones de normas en el pleno, las que comenzaron en febrero. 

Quienes conforman el comité político vivieron esas elecciones en primera persona y, por tanto, contaron con todos —todos— los elementos para advertir este cuadro. Luego de la primera vuelta, del resultado de la parlamentaria y de los indispensables giros en el balotaje, ¿no era claro que la cuestión constitucional demandaba una mirada de Estado? ¿No urgía pensar el 5 de septiembre desde la transversalidad política y los anhelos de las grandes mayorías? ¿Cómo explicar entonces el estado de negación de los últimos cinco meses?

La respuesta, aunque deje mucho que desear, la tenía el ministro Jackson.