Carta publicada el jueves 11 de agosto de 2022 por El Mercurio.

Señor Director:

Axel Kaiser inició una perorata contra los jesuitas que luego derivó en crítica vitriólica contra el Papa Francisco. Los acusa de populistas, anticapitalistas y santificadores de la pobreza. El obispo de Concepción, Fernando Chomali, le responde apuntando, con razón, que Kaiser usa frases descontextualizadas para respaldar sus afirmaciones.

Sin embargo, Chomali no menciona, quizás por caridad con su interlocutor, algo más importante: que la tradición cristiana efectivamente exalta al pueblo de Cristo, condena el amor por las riquezas (así como por el poder) y santifica la pobreza; solo que Kaiser, al no conocer ni esforzarse por entender lo que critica, ve —tal como aquellos que afirman que “Jesús fue el primer comunista”— una ideología de izquierda en donde no la hay.

La tradición cristiana afirma que todos somos hijos de Dios, hechos a su imagen y semejanza y dotados de un alma inmortal, y que —por lo mismo— cada vida humana es sagrada. También afirma que el ser humano es un animal social y dependiente, que a través de asociaciones logra realizar su potencial y buscar la salvación. El dinero y el poder —cuya asignación es gobernada por la providencia divina— son, en tal contexto, bienes secundarios, cuyo fin es servir a las necesidades temporales de los seres humanos y sus asociaciones. Quienes poseen estos bienes, entonces, deben actuar como custodios de ellos y administrarlos de acuerdo a su fin, respondiendo por esa administración en el juicio final. La pobreza, en esta línea, no se refiere a la miseria material, sino al contentamiento con lo necesario (sobre casi todos estos asuntos puede revisarse la primera carta de Pablo a Timoteo).

Por cierto, casi toda ideología política nacida en Occidente incorporará, en determinada medida, algunos de estos elementos éticos. Eso vale para el socialismo tanto como para el libertarianismo de Kaiser. Pero eso no hace al cristianismo reducible a ninguna de esas ideologías. Tampoco hace al Papa Francisco o a cualquier sacerdote inmune a la crítica política, pero exige al menos situar lo cuestionado en el marco de la doctrina cristiana (en otras palabras: saber de lo que se está hablando).