Columna publicada el lunes 20 de junio de 2022 por La Segunda.

La polémica sobre la (no) invitación a los expresidentes al acto final de la Convención dista de ser fortuita. En rigor, el hecho ilustra los problemas que tienen a este órgano al borde de una farra monumental: su errática conducción política, el octubrismo latente en sus prioridades, la imagen del Chile republicano como pura opresión y despojo, la caricatura de los últimos 30 años, y así. Por lo mismo, tampoco es casual que el centro de esta polémica haya sido el expresidente Lagos. Porque —más allá de sus luces y sombras— un hombre de Estado atento a las formalidades, protagonista de la transición y cuyo sentido histórico es manifiesto representa, básicamente, lo opuesto a aquello que hoy encarna el órgano constituyente.

Pero, ¿podían encarnar algo distinto los convencionales? Hay quienes formulan esta pregunta con cierta suspicacia, resignación o franca complacencia, como asumiendo que no había otra alternativa. Que si en la Convención existía mayor diversidad social este era el desenlace inevitable, que así son los sectores históricamente excluidos, etcétera. Me temo, sin embargo, que ese tipo de afirmaciones se funda en una identificación demasiado rápida entre los convencionistas y el Chile profundo. Y si el Rechazo lleva 11 semanas arriba en las encuestas lo lógico es dudar de esa tesis. Después de todo, si los constituyentes fueran tan representativos de las grandes mayorías como suelen creer y jactarse, jamás se habría producido esa brecha entre ellos y la ciudadanía. 

Es precisamente acá donde vuelve a aparecer, por contraste, la figura del expresidente Lagos. Porque dicha distancia entre nuestra sociedad y los convencionales también tiene motivos políticos. En efecto, diversos estudios y análisis —no sólo encuestas— sugieren que los chilenos anhelan de modo muy masivo acuerdos eficaces y transversales, que ayuden a concretar cambios profundos, pero con estabilidad y certeza. Y si la Convención transmite cualquier cosa, menos eso, no es por azar. Es en gran medida por la agenda política y el tercio de bloqueo que lograron imponer Marcos Barraza y el PC (con cómplices activos en el Frente Amplio y los No Neutrales). Desde muy temprano, entonces, predominó la mirada que los comunistas se han encargado de explicitar, casi con orgullo: entender el proceso constituyente como la “madre de todas las batallas”. Es decir, justo lo contrario a lo que sugirió una y otra vez el expresidente Lagos en entrevistas, foros y libros: comprender que el principal desafío del proceso constituyente era ser “la madre de todos los acuerdos”.

Y tal como el desaire a los expresidentes, esa apuesta —optar por Barraza en vez de Lagos— resume a la perfección el derrotero de la Convención Constitucional.