Carta publicada el domingo 19 de junio de 2022 por El Mercurio.

Señor Director:

En misiva publicada ayer, Sergio Aguiló y Cristián Suárez califican de “diatriba” contra Fernando Atria mi carta referida al problema de los quorum. Me temo, no obstante, que tarde o temprano deberemos examinar las responsabilidades intelectuales involucradas en la violencia desatada el 18 de octubre. Demasiados miraron esa violencia de modo romántico, la idealizaron como una forma especialmente intensa de lo político, y, de hecho, han insistido durante meses en un proyecto de indulto para quienes cometieron delitos, alentando así a todos quienes quieran imitar y proseguir el “octubrismo”.

Fernando Atria es uno de ellos. Mal que mal, aseveró hace unos meses que “la violencia de 2019 la podemos ver como algo que abrió la puerta a una oportunidad que hoy todos celebramos” (sic). También afirmó, luego de los desmanes de octubre de 2020, que “los hechos constitutivos de delito de 2019 hay que mirarlos de un modo distinto” (sic).

Si eso no es justificar y celebrar la violencia, yo no sé qué podría serlo. Cabe agregar, además, que el mismo Atria, en virtud de su omnisciencia, se ha erigido en juez supremo de la lealtad de nuestras instituciones democráticas. Estamos entonces frente a un claro caso de alguien que posee una singular fe en que la destrucción nihilista de lo viejo hará emerger un mundo nuevo y fraterno. Por lo mismo, el calificativo de pirómano no debe extrañar: es la descripción que corresponde a cualquier revolucionario que defiende el uso de la violencia. Como fuere, supongo que basta un breve paseo por el centro de Valparaíso o de Santiago (sitio eriazo, en palabras de Roberto Merino) para apreciar en qué consiste el paraíso terrenal que nos prometen sus extraviadas profecías.