Carta publicada el sábado 28 de mayo de 2022 por El Mercurio.

Señor Director:

Fernando Atria ha sido ampliamente criticado por su excéntrica idea de “proteger” el borrador de la Convención de aquellas “instituciones que no tienen razones para tener lealtad con ella”, aludiendo con esto ni más ni menos que al actual Congreso Nacional.

Conviene advertir, sin embargo, que esa afirmación es plenamente consistente con el proyecto constitucional que Atria viene desplegando durante los últimos años: acá no hay grandes sorpresas ni innovaciones. Por ejemplo, ya en 2016 señalaba en la revista Anales, de la Universidad de Chile, que “un proceso constituyente es un proceso de acumulación de poder político… Si el proceso ha de ser exitoso, el poder aumentará hasta alcanzar la magnitud necesaria para ser constituyente, para poder prescindir de las limitaciones inherentes a los poderes constituidos y tomar una decisión sobre la forma y modo de ejercicio del poder”.

Luego, en los primeros días de la Convención, Atria reivindicó en forma expresa los episodios del 18 de octubre de 2019, y no el Acuerdo de noviembre, como los “hechos necesarios” que “hicieron posible” el proceso en curso. Y así, suma y sigue.

Que estas ideas de filiación schmittiana pugnen con las lógicas democráticas no parece importar demasiado: cuando se cree ser el partero de la historia, lo fundamental es proteger el nuevo orden. Como es sabido desde antaño, al terminar su trabajo, el promotor de la revolución deviene rápidamente en un ferviente reaccionario.