Columna publicada el domingo 13 de marzo de 2022 por La Tercera.

La base de poder detrás del recién asumido Presidente Gabriel Boric tiene un marcado componente generacional por radicarse en el movimiento universitario. Y, a su vez, dicha plataforma política depende del acceso masivo de estudiantes a la educación superior. No es exagerado decir, entonces, que Boric le debe su ascenso al Crédito con Aval del Estado establecido bajo Ricardo Lagos. Quienes participamos del movimiento universitario antes de la masificación acelerada producida por el CAE conocimos la precariedad política de dicha organización: marchas minúsculas y asambleas irrelevantes (ese ambiente minoritario y enrarecido registrado por Sexual Democracia en La pajamblea y por Pedro Peirano en el cómic Chancho Cero). Todo eso se ve transformado por la explosión del acceso: en pocos años casi toda familia chilena tenía un vínculo directo con alguna universidad, forjado por esperanzas mezcladas con deudas. Y miles de jóvenes de clase trabajadora entraban en contacto, por primera vez, con una tradición de juerga, militancia y protesta fermentada por décadas.

El grupo autonomista del que proviene el nuevo Presidente es una escisión de otro grupo autonomista, que a su vez lo es del movimiento SurDa, que a su vez provenía del MIR. Sin el CAE, esta sería otra genealogía insignificante de las eternas subdivisiones de la ultraizquierda. Cuando la SurDa apostó por irse a hacer política a las Ues. a comienzos de los 90 a muchos les pareció ridículo. Los GAP (Grupos de Acción Popular), otros exmiristas que se quedaron en la disputa territorial poblacional, siempre los miraron con sorna. Pero los SurDos, sin saberlo, habían invertido en una empresa política cuyas acciones, 10 años después, se irían a las nubes gracias a sus enemigos jurados: la Concertación. Una de las pocas verdades de la política es que nadie sabe para quién trabaja.

El CAE era un negocio redondo para los políticos y para las universidades estatales y privadas herederas del ethos Aplaplac (ver Plan Z). Izquierda y derecha, por eso, lo aplaudieron con gusto. Lagos y su ministro Sergio Bitar se jactaban de haber hecho con la educación universitaria lo mismo que Frei Montalva hizo con la secundaria, lo cual es bastante cierto: en ambos casos se sacrificó por completo la calidad en aras del acceso.

Como sea, nadie parece haber previsto que la mezcla de deudas enormes con expectativas imposibles de realizar (esa ilusión óptica que Bourdieu llamó “histéresis”, explorada por Carlos Peña) iba a terminar en desastre. ¿Quién habría imaginado que masificar la convicción de haber sido estafados por las clases política y empresarial terminaría mal? Apenas los titulados entraron en contacto con el mundo y experimentaron lo poco que valían sus títulos, ardió Troya.

Gabriel Boric, entonces, recibe el grueso de su impulso desde una fuente tan poderosa como inestable. Si no delinea rápido soluciones al tema universitario, no habrá gesto de simbolismo ñuñoíno que lo salve. Viendo esto, sus aliados inteligentes, como Noam Titelman, le aconsejan diversificar la base de apoyos lo antes posible. No es bueno tener todos los huevos en el mismo canasto. De papel. En llamas.

Pero el hecho es que debe enfrentar el problema universitario igual. Y no hay salidas fáciles: la gratuidad o la condonación del CAE -que agotarían su presupuesto- pueden mantener, por un tiempo, su corral de votos y apoyos. Pero el problema de fondo, que es la inflación de títulos universitarios sin valor de mercado, seguiría ahí. Y ya que el Estado no es garantía de calidad -y la clase media lo sabe-, echarles la culpa a los privados y poner a todos bajo la tutela de Ennio Vivaldi y sus amigos tampoco resuelve nada.

¿Qué hacer? La única salida no desastrosa de este entuerto parece requerir niveles de honestidad insoportables para casi todos. Observarnos en el espejo sin desprecio ni falsas ilusiones. Valorizar el trabajo de los trabajadores, compartir la responsabilidad por los títulos sin valor, detener la inflación de certificados y buscar un acuerdo nacional en educación que sea, por primera vez desde Aguirre Cerda, efectivamente sobre educación. Soñar es gratis.