Columna publicada el sábado 2 de octubre de 2021 por La Tercera.

Si en el mundo hubieran 6 manzanas a la venta y 3 personas con 100 pesos cada una, es probable que terminaran vendiéndose más o menos a 50 pesos la unidad. Si le damos 100 pesos más a cada persona, cada manzana terminaría vendiéndose más o menos a 100 pesos. Cada peso, en ese caso, perdió la mitad de su poder de compra. Así funciona la inflación. El dinero moderno es simplemente un mecanismo de coordinación que refleja la escasez relativa de los productos. Para eso sirve.

Así, cuando un político le ofrece a cada chileno “sacar su platita” de su cuenta de pensiones, esa oferta tiene una gran letra chica: mientras más dinero salga, menos valdrá cada peso, porque las cosas para comprar con ese dinero no aumentarán en la proporción en que aumentará la cantidad de plata circulando. Menos en medio de una pandemia que ha afectado a nivel mundial la producción y las líneas de distribución. El truco, entonces, es que cuando el político le ofrece sacar su plata, usted piensa en las cosas que podría comprar con ella, pero cuando logra sacarla esas cosas ya subieron de precio. Con ese espejismo, el político le compra el voto. ¿Cómo no va a ser un abuso?

Y lo que sigue a esta mentira, en la historia latinoamericana, son más mentiras. Los políticos culpan a Bancos Centrales, comerciantes y productores por las alzas provocadas por ellos mismos, y la espiral sigue. Intentan fijar precios, lo que genera mercados negros, quiebre de empresas y finalmente expropiaciones. En ese punto ya nadie puede confiar en el valor del dinero, y la única manera de asegurar el sustento es mediante favores políticos. La inflación es una herramienta tiránica para someter a las personas y hacerse del poder total. Cuando la lealtad a tu representante o a su partido determina si tu familia come o no, ya no es tu representante, sino tu amo. Por eso a los partidos sin compromiso democrático les da lo mismo generar inflación: ese caos es su escalera al trono.

Obviamente esto no quiere decir que todos los políticos que hacen campaña con el cuarto retiro quieran destruir la democracia. La mayoría son mediocres que no ven más allá de la elección. Y por esa razón deberían perderla. Los Matías Walker de este mundo no pueden tener a su cuidado el bien común. Mientras menos mérito y capacidades tiene alguien para ejercer un cargo, más probable es que intente conservarlo por medios torcidos.

En ese contexto, la maniobra del candidato Sichel (plantear un traspaso del 100% de los fondos a cuentas previsionales blindadas si se aprueba el cuarto retiro), aunque oportunista, pone preguntas fundamentales arriba de la mesa: ¿Cómo detener la escalada inflacionaria generada por los retiros? ¿Cómo quitarle a los demagogos la máquina de billetes? ¿Cómo asegurar que lo restante no será apropiado por ellos, que destruyeron la previsión sin un plan B? Estos son asuntos fundamentales que todos los candidatos, incluyendo a Sichel, deben responder con lujo de detalles. Basta de humo, lagrimones, evasiones y polémicas ficticias. Esta elección es demasiado importante para ahogarla en un espectáculo pueril. Todo lo que Chile sea en los próximos 20 años está atado a este intenso momento presente. Concentrémonos.