Columna publicada el lunes 13 de septiembre de 2021 por La Segunda.

¿Cómo leer la polémica de la mesa directiva con los convencionales del PC y de algunos pueblos originarios —supuestamente aliados de Elisa Loncon y Jaime Bassa—? Desde luego, son varios los factores que ayudan a entender este cuadro, pero todos parecen apuntar a las tensiones que vive el Frente Amplio, el mismo que encumbró a Loncon y Bassa el 4 de julio. La explicación requiere un breve rodeo.

Este conglomerado, nacido al calor de las protestas de 2011, está acostumbrado a hacer política desde la crítica radical: a los 30 pesos y a los 30 años, a Aylwin y a Bachelet, al neoliberalismo con y sin rostro humano. A todo. Pero el escenario cambió y ya no corre la excusa de los vetos ni el partido del orden. El Frente Amplio, entonces, no sólo tiene aspiraciones de llegar a La Moneda, sino que se ve en la necesidad de intentar conducir el órgano constituyente, donde ha devenido en el eje articulador junto al colectivo socialista. Y en este contexto, comienza a sufrir las dificultades de quien debe ejercer responsabilidades luego de agitar por una década los discursos líricos y la pasión revolucionaria.

El mejor ejemplo es justamente la polémica en torno a los “dos tercios”, que resurge producto de la votación del reglamento. Los mismos que poco tiempo atrás reivindicaron la violencia del 18O y recelaban del Acuerdo de noviembre, hoy se encuentran obligados (en buena hora) a avalar los límites del proceso. De no respetar las reglas del juego —Bassa dixit— “se pone en riesgo la continuidad del proceso constituyente”. No obstante, al defender el cuórum de dos tercios de inmediato vuelven los embates del PC y de ciertos representantes de los pueblos originarios. Por eso es probable que estos días continúen divididos al votar este asunto.

Esta votación reglamentaria sobre el cuórum, dicho sea de paso, es jurídicamente irrelevante: las normas de procedimiento ya quedaron fijadas en las reformas constitucionales que regulan el trabajo de la Convención, y si llegan a incumplirse siempre estará disponible el reclamo ante la Corte Suprema. Políticamente, sin embargo, la votación es muy significativa: de no mediar alguna sorpresa, profundizará la división entre las izquierdas.

La pregunta, casi sobra decirlo, es dónde se ubicará Gabriel Boric en esta disyuntiva. Ya lo vimos intentar cuadrar el círculo (sin mayor éxito ni elegancia) en la discusión acerca del cuarto retiro. En este caso, el zigzagueo no podrá ser eterno. La coyuntura aumentará las dudas sobre la real unidad entre aquella izquierda dispuesta a respetar los aspectos básicos de la institucionalidad y aquella otra que empuja todas las formas de lucha. Tarde o temprano, Boric deberá decir “no es la forma”. ¿Qué pasará con Apruebo Dignidad en ese minuto?