Columna publicada el sábado 11 de septiembre de 2021 por La Tercera.

La economía es la más plebeya de las ciencias sociales. Se dedica a estudiar el soporte material de la vida, los mecanismos que unen el pan con el sudor de la frente. Temas que nunca fueron de interés para aristocracias guerreras, políticas, filosóficas o religiosas. Asuntos que tuvieron que esperar a pensadores mundanos, hijos de pueblos perseguidos como David Ricardo o de rudos puertos comerciales, como Adam Smith de Kirkcaldy.

Los grupos sociales ajenos a la clase trabajadora tienden a odiar la buena ciencia económica. Los baja del pony. Deshace el encantamiento que protege sus rentas y su poder. Muestra todos los pasos que unen los esfuerzos del labrador más humilde con los grandes salones, palacios de gobierno, universidades y claustros. Por eso el marxismo, en su momento dorado, antes de la chapucería voluntarista, tenía a Ricardo y a Smith como referentes.

El choque entre Mario Marcel y un puñado de políticos rentistas que succionan la sangre de la república desde nuestra cámara de diputados es un choque de intereses de clase. Pero no como los granujas con corbata se imaginan. El representante de los intereses oligárquicos ahí no es Marcel. Son ellos, que quieren aferrarse a sueldos millonarios y prebendas comprando escaños con dinero ajeno, aún sabiendo que dañarán cada uno de los hogares de la clase trabajadora de Chile. Sabiendo, es más, que se están aprovechando del analfabetismo financiero de las mayorías para meterles el dedo en la boca, dejando corto al “Pelao Vade”.

Marcel, que no es hijo del rentismo, les habló claro y no se dejó ofender por sus insultos. Habló de la inflación: la devaluación de la capacidad de compra del dinero por efecto de un aumento excesivo del circulante en relación a la producción y a los bienes en el mercado. Les hizo ver que, de aprobarse el cuarto retiro, estarán repartiendo papeles que valdrán cada vez menos. Que acentuarán un proceso inflacionario que golpeará principal y más crudamente a quienes viven de su sueldo. No a los ricos, que manejan otras divisas y mecanismos de inversión. No dijo que el dinero ahorrado no sea de los ahorrantes, sino que si se retira ahora se devaluará.

Lo injusto y absurdo del cuarto retiro, por lo demás, queda claro al considerar que no beneficia a las mayorías -que ya no tienen ahorros previsionales- pero sí golpeará sus bolsillos y mesas. ¿Qué clase de monstruo moral es capaz de algo así? Uno con sed de reelección. ¿Por qué Gabriel Boric, que sabe esto, le agachó el moño a sus peores parlamentarios y al Partido Comunista? ¿De qué le sirve ganar el gobierno de un país con una economía reventada? ¿Por qué los presidenciables de izquierda no pueden marcar una posición responsable y conjunta en favor del interés popular?

Si llega a consumarse la infamia del cuarto retiro, los políticos que la perpetren buscarán cubrir sus huellas borrando los indicadores de la inflación: atacarán la autonomía del Banco Central, la existencia de la UF, lo que sea. Pero no crean que será fácil: en esto no habrá perdón ni olvido. Cuando la crisis venga, sus nombres estarán en cada diario, en cada esquina y en la mesa vacía de cada obrero. No habrá escondite, sino llanto y rechinar de dientes.