Columna publicada el martes 20 de julio de 2021 por El Líbero.

Las primarias presidenciales del domingo nos dejan varias lecciones para tener en consideración. La amplia derrota de Daniel Jadue, por ejemplo, muestra una dimensión que algunos estudios como Tenemos que hablar de Chile ya habían evidenciado: la ciudadanía espera cambios profundos, pero por la vía institucional. Así, la estrategia polarizada del candidato comunista –y la olivizaciónde las últimas semanas– terminaron por jugar en contra de sus aspiraciones; mientras que el viraje al centro y la apertura al diálogo de Gabriel Boric rindieron frutos que para muchos fueron inesperados. En concreto, ganó el acuerdo del 15 de noviembre –con todo el abanico de posiciones que lo respaldan– y perdió la lógica refundacional impulsada por los comunistas.

Por lo mismo, el triunfo del candidato de Convergencia Social debiese servir como llamado de atención para los sectores más radicales de la Convención, pues algunos de ellos insisten en entrar en lógicas de total confrontación. De hecho, lo que parecen sugerir los resultados de la primaria presidencial es que esas dinámicas polarizantes del “todo o nada” tienen menos eco en la sociedad de lo que varios miembros de la Convención suponen. Y aunque muchos de ellos sueñen lo contrario, los chilenos parecen lejos de desear algo así como la toma de la Bastilla.

Ahora bien, que esta preferencia por la vía institucional se sostenga en el tiempo dependerá, entre otras cosas, de la capacidad de Boric para mantenerse fiel a ese camino y de su firmeza para no ceder a los impulsos revolucionarios del Partido Comunista y de algunos miembros de su coalición. Dicho de otro modo, si el diputado quiere ser presidente, las diferencias con el mundo de Jadue deberán ser más que solo algunos matices.

Por otro lado, las primarias presidenciales también mostraron el vacío en la derecha. A pesar de que la diferencia de votos entre los candidatos de Apruebo Dignidad y Chile Vamos fue menos holgada de lo que se esperaba, es muy sintomático que el ganador del sector haya sido quien no se definía como parte de él. A pesar de que los apoyos económicos y políticos detrás de su candidatura sugieren lo contrario, Sebastián Sichel ganó la elección de la derecha justamente renegando de ella. Así, sacando réditos de una supuesta independencia y manteniendo la distancia con los partidos tradicionales –mas no de algunos de sus dirigentes emblemáticos–, el exministro logró encarnar los anhelos de cambio de un electorado que no creyó en la socialdemocracia lavinista. Y que parece, por ahora, haber votado más por castigo que adhesión afirmativa a un candidato que es más nombre nuevo que una forma renovada de hacer política.

Es evidente que a Sebastián Sichel le tocará enfrentar desafíos enormes. De aquí a noviembre deberá convencer a la ciudadanía de que es capaz de ofrecer gobernabilidad en un contexto muy complejo, sobre todo para su sector. En efecto, si llega a ser presidente tendrá que negociar con quince gobernadores de oposición por recursos y competencias, además de mantener diálogos constructivos con una Convención difícil de manejar y un posible parlamento en contra.

A pesar de esa compleja tarea, los mayores desafíos de Sichel son otros. En primer lugar, deberá marcar claras diferencias con el piñerismo y dar argumentos convincentes respecto de qué lo distingue del actual gobierno. Tarde o temprano, su estrecha relación con el mundo empresarial y con algunos de los dirigentes tradicionales de la derecha será tema en la campaña y tendrá que ser capaz de ofrecer explicaciones convincentes. Esto se vuelve aún más relevante si tenemos en cuenta que Sichel fue electo precisamente por su supuesta distancia con ese mundo. En segundo lugar, la cantidad de votos que obtuvo en la primaria pone en sus hombros una enorme responsabilidad. Aunque se autoproclame independiente, Sichel necesita de los partidos para gobernar, por lo que deberá hacerse cargo de la falta de proyecto político al interior de la derecha, intentando reconstruirla desde los escombros. En el corto plazo, esto implica tanto definiciones como propuestas robustas que hagan sentido a una sociedad enrabiada y recojan lo mejor de los distintos mundos que circulan hoy en su sector.

Los resultados de las primarias muestran que la ciudadanía busca cambios profundos pero en paz. Nos guste o no, quienes hoy encarnan ese anhelo son Sebastián Sichel y Gabriel Boric. Esperemos que estén a la altura de las circunstancias.