Columna publicada el lunes 19 de julio de 2021 por La Segunda.

Pese a los pronósticos adversos, a los problemas del oficialismo y a la mayor convocatoria del pacto de izquierda, luego de las primarias Chile Vamos quedó en una posición relativamente expectante de cara a la elección presidencial. La coalición obtuvo más de un millón de votos, lo que no estaba ni en el cálculo más optimista. Además, el ganador, Sebastián Sichel, encarna el recambio generacional, uno de los atributos más valorados hoy. ¿Cómo aprovechar este escenario y ser efectivamente competitivos en la primera vuelta? Más importante aún, ¿cómo consolidar una alternativa de gobierno que no se agote en la mera disputa electoral?

Por supuesto, no existe una receta mágica ni un único modo de responder estas preguntas, pero puede pensarse que la administración de Sebastián Piñera ha mostrado casi a la perfección todo lo que no hay que hacer.

En primer lugar, es necesario cuidar la coalición —en rigor, reconstruirla—; no dinamitarla. Piñera venció en el balotaje apoyado por múltiples liderazgos, incluyendo al senador Ossandón, por entonces su principal detractor. A la hora de buscar votos, todos los partidos eran relevantes, sin embargo, al momento de armar el gabinete y de gobernar ese espíritu de cuerpo pasó al baúl de los recuerdos, con magros resultados. Aprender de esta experiencia es crucial en el caso de Sichel: su independencia es un activo electoral, pero un eventual obstáculo para el trabajo con los partidos. De él y su círculo dependerá tomarse en serio este desafío, fundamental, por ejemplo, para el despliegue territorial.

En segundo término, el candidato de la centroderecha deberá cumplir con las expectativas de renovación, que se juega ante todo en el ámbito socioeconómico. Piñera triunfó con un mensaje centrado en “los niños primero” y en la protección de la clase media, y su equipo programático prometió articular el mérito con la solidaridad. El papel aguanta todo. Si Sichel quiere estar a la altura de las circunstancias no basta reivindicar su trayectoria biográfica. Tiene un documento político sugerente, “Una cultura reformista para el Chile del siglo XXI”, coordinado por el historiador Juan Luis Ossa, pero debe traducirlo en un programa sólido, creíble y técnicamente riguroso. Nada más exigente que un proyecto serio de reformas sociales.

Por último, Sebastián Sichel ha de recordar que es el candidato de un conglomerado en el que no sólo hay sectores liberales, sino también conservadores, nacionales y socialcristianos. Esto no es trivial. El gobierno actual confirmó el triste destino de un pragmatismo sin contenido propio. Es menester considerar las diversas tradiciones que nutren a su coalición y articular un proyecto compartido. La antítesis del piñerismo, en suma. ¿Será posible?