Carta publicada el martes 29 de junio de 2021 por El Mercurio:

Señor Director:

La crisis de legitimidad de la democracia representativa a lo largo del mundo ha llevado a muchos a poner sus esperanzas en formas de representación corporativas. Nuestra Convención Constituyente no fue la excepción. Esto ha generado choques entre la lógica política democrática (una persona, un voto) y la lógica política identitaria (representación parcelada por identidades consideradas valiosas).

Quienes defienden la lógica identitaria consideran que ella puede corregir las omisiones de la representación democrática al poner más puntos de vista en diálogo, que, si no, serían dejados de lado por los grandes números. Sin embargo, lo que vemos hasta ahora no es diálogo ni disposición a él, sino una celosa disputa de parcelas en nombre de diferencias cuya autoridad deriva de su alteridad, por lo que tienden a exagerarla hasta el solipsismo. El corporativismo identitario, así, ha resultado una receta para agudizar la lucha facciosa y crear callejones sin salida.

A estas alturas no queda sino pedir a los representantes que se tomen en serio su labor. La nueva Constitución no se trata de ellos mismos y sus identidades, sino de los millones de habitantes del país que necesitan respuestas y expectativas claras respecto de problemas que se arrastran por décadas. Tienen poco tiempo para buscar acuerdos de amplia aceptación y legitimidad. Y está en sus manos que la salida a una de las mayores crisis políticas de nuestra historia se resuelva por el camino de la paz, el diálogo, la justicia y las instituciones. La ruta alternativa ya la conocemos, y es la que normalmente han seguido los pueblos.

No es “hacer historia” que distintas identidades y modos de ver el mundo se sienten a negociar en una mesa. Esto ha pasado muchas veces. Lo que resulta excepcional, a la luz de la historia humana, es que aquello no termine con la mesa dada vuelta y ríos de sangre. La justicia y la paz son los frutos más escasos de la convivencia política, y en relación con ellos será medido el éxito de la constituyente. Dejemos, entonces, de jugar con fuego.