Columna publicada el lunes 5 de abril de 2021 por La Segunda.

La indicación de los diputados de RD para suspender los intereses de los créditos de las campañas generó amplio repudio. Sin embargo, el episodio es casi anecdótico: desde el triste audio de Fuad Chaín —sin comentarios—, la oposición ha ofrecido un verdadero espectáculo, que exige preguntarse por su proyección e identidad.

Para comenzar, no deja de sorprender su reacción ante las acusaciones de (injustificable) abuso sexual infantil en contra de Michael Foucault. Que el contexto era muy distinto —ahora importan los matices—, que han pasado muchos años desde los hechos denunciados —ahora corre la prescripción—, y así. Es sabido que la cultura de la cancelación tiene grave puntos ciegos, pero no resulta demasiado elegante que justo en este caso activistas, políticos e incluso académicos los perciban súbitamente.

Por otro lado —aunque confirmando su oda a la posmodernidad—, la oposición incluyó a Pamela Jiles en su trabajo programático para llegar a La Moneda. Así, desde la DC hasta el Frente Amplio ya no sólo se abren a ser subsumidos por Daniel Jadue y el Partido Comunista, sino que sinceran que Jiles podría ser su candidata. ¿Comparte la centroizquierda la expulsión del subsecretario de la Segpres de una comisión parlamentaria? ¿Debiera asombrar esta práctica a la luz del comportamiento habitual de Jiles? ¿Notarán quién gana cuando todos se someten sistemáticamente a su juego, una y otra vez?

Pero como —Bachelet dixit— cada día puede ser peor, el FA decidió quitar su apoyo a una candidata a alcaldesa, simplemente porque no estaba de acuerdo con todas y cada una de las formas de aborto. Es difícil imaginar otro hito que refleje mejor, al mismo tiempo, la intolerancia al disenso político, la nueva moral que predomina en la izquierda y su obsesión con el paradigma de la soberanía individual absoluta e ilimitada. Esto es, con la expresión cultural del neoliberalismo que tanto dicen abominar. Vaya renovación de la política.

En este escenario, era esperable que ese sector impulse —de nuevo con Jiles a la cabeza— otro retiro del 10%. Pero como la medida agrava la (ya gigantesca) hipoteca sobre las generaciones actuales y futuras, en especial sobre los más vulnerables, la apuesta es insólita. En rigor, nada justifica insistir en la peor política pública de la historia, según la dramática descripción de David Bravo. El fin no justifica los medios, y quienes reivindican la bandera de la dignidad debieran recordarlo.

Es indudable que el oficialismo tiene muchos problemas, y también que siempre hay excepciones que rescatar, como la lúcida entrevista de Carolina Tohá o los argumentos y votaciones de Pepe Auth. Sin embargo, nada permite tapar el sol con un dedo: la desorientación de la izquierda es total.