Columna publicada el sábado 2 de enero de 2020 por La Tercera.

La decisión de la autoridad de dar un permiso único de vacaciones para todos los habitantes de comunas que no estén en fase 1 parece correcta, a pesar del aumento de casos experimentado a nivel nacional. Esto por razones sanitarias, psicológicas, sociológicas y económicas.

El argumento sanitario es que el verano permite que gran parte de las actividades se realice al aire libre, así como mantener con ventilación permanente los espacios cerrados. Luego, la capacidad para evitar contagios nunca será mejor que ahora. Lo importante es cuidar los resguardos básicos: distancia, mascarillas, lavado de manos. Y disminuir el número y cantidad de reuniones con personas ajenas al núcleo veraneante todo lo posible.

A nivel psicológico, el año pasado supuso un nivel de carga inusitado. El encierro, el aislamiento y el miedo constante tienen enormes costos, que en muchos casos sólo se harán visibles luego de un tiempo. Detenerse ahora, descansar un momento, es necesario para reunir fuerzas de cara al año que comienza, que tampoco será fácil (la vacuna no hará milagros).

Por lo mismo, el tipo de descanso también importa: resulta clave tratar de moverse hacia una rutina de relajo que excluya los factores de estrés mencionados. Es decir, preferir actividades al aire libre, ojalá deportivas, con una socialización intensa pero limitada a un grupo cerrado, para excluir el temor constante al contagio. Es un excelente momento para preferir el camping, así como para tratar de evitar los lugares más obvios. Por ejemplo: la montaña sigue ahí en verano.

En el plano sociológico, la pretensión de evitar las vacaciones parece inverosímil. Hacer reglas que no se van a cumplir equivale a perder el control. Es mucho más inteligente generar regulaciones que se adapten a la conducta esperable de la población regulada.

Algo importante, en ese contexto, es acostumbrarnos a exigir a los demás con total naturalidad el cumplimiento de las normas de cuidado básicas. Andar sin mascarilla en espacios cerrados compartidos es igual a fumar en ellos. Hay que ganarle la batalla a quienes creen que esto se trata de puras decisiones individuales: si los riesgos son compartidos, los deberes de prevención también lo son.

Finalmente, son millones los chilenos que necesitan generar ingresos. El movimiento de personas a lo largo del territorio y el turismo son una oportunidad para muchos de ellos. El desafío es que los beneficios económicos sean mayores a los costos sanitarios. Y, como ya dijimos, no habrán mejores condiciones para conseguir ese objetivo que las que ofrece el verano.

En función de dicha reactivación, es bueno invitar a las familias de mejor situación económica a optar por vacaciones en Chile como una forma de apoyar la economía local, además de reducir los riesgos de contagio que implican los viajes internacionales.

Desde la crisis social se habla mucho de la supuesta solidaridad y conciencia del pueblo chileno. Ha llegado el momento de ponerla a prueba: tener vacaciones seguras es posible, pero depende de cada uno de los veraneantes. No es un tema principalmente de fiscalización ni de partes, sino de apoyo mutuo. El mismo material del que está hecha la tan cacareada dignidad.