Carta publicada el sábado 30 de enero de 2021 por La Tercera.

El anhelo de renovación política e intelectual resuena en la derecha hace una década. Basta recordar la errática respuesta al movimiento de 2011. Ante los reparos en materia de justicia y legitimidad, ya era insuficiente el mero contrapunto tecnocrático, característico del piñerismo y, en general, de la derecha posdictadura. Por supuesto, este déficit se confirmó de manera dramática en octubre de 2019. El afán de superarlo, sin embargo, asoma como el factor común entre los presidenciables de Chile Vamos.

En efecto, mientras el oficialismo navegó la revuelta entre el silencio y la tesis bélica, Joaquín Lavín (el mejor posicionado) propuso reunificar el país, Mario Desbordes (el candidato oficial de RN) protagonizó el acuerdo de noviembre, e Ignacio Briones (el inminente candidato de Evopoli) dio nuevos bríos al ministerio de Hacienda. Los dos primeros, y también Evelyn Matthei, han sugerido la experiencia alemana como horizonte, y todos —también Sichel— subrayan la cohesión e integración social.

Más allá de la coyuntura electoral, esa promesa de renovación es el principal activo de la derecha. Por eso sus candidatos deben ser muy responsables en este escenario. Hay que tomarse en serio el trabajo programático: el piñerismo ya frustró demasiadas expectativas con “los niños primero” o la “clase media protegida”. Se requiere revitalizar nuestro Estado y mucho rigor técnico para estar a la altura de las circunstancias (y salvo Briones, casi todos los candidatos lo olvidaron al discutir los retiros “del 10%”).

Además, hay que resistir las tentaciones típicas de campaña. El historiador Gonzalo Vial advertía con lucidez que la derecha suele disfrazar como discrepancias de principios lo que son simples disputas facciosas (y RN ha dado un ejemplo palmario de esto). Por otro lado, ni los progresismos de las elites cosmopolitas ni los nacionalismos exacerbados o anacrónicos ayudarán a priorizar las necesidades del Chile profundo. La tarea es configurar un proyecto reformista trascendente, al servicio de la sociedad civil y acorde tanto a nuestra cultura como a nuestras carencias en salud, educación y pensiones. Ahí quizá reside el mayor desafío del sector.