Carta publicada el sábado 19 de diciembre de 2020 por La Tercera.

¿Cómo leer la temprana salida de Mario Desbordes del ministerio de Defensa? Por de pronto, el episodio vuelve a confirmar el debilitamiento del Ejecutivo. En rigor, el breve paso de Desbordes por el gabinete habría sido impensable en el pasado. Su llegada al ministerio de defensa buscó, básicamente, apagar un incendio momentáneo. Si antes los ajustes ministeriales se proyectaban para uno o dos años, ahora se recurre a ellos cada dos o tres meses.

El telón de fondo, desde luego, es la debilidad que ha alcanzado la institución presidencial bajo este gobierno. Pero no sólo eso. El fenómeno revela la escasa importancia que le atribuyen a las formas nuestros hombres públicos. En apenas un par de meses el exministro transitó del Congreso al gabinete y de éste a las campañas. La práctica no es demasiado decorosa ni solemne. Conviene preguntarse si el desprestigio de la clase política se explica -siquiera parcialmente- por este tipo de comportamientos.

De todos modos, la decisión del expresidente de RN también debe ser leída en el marco de los problemas que afectan al país, al oficialismo y a su propio partido. Hoy no vivimos bajo los plazos ni bajo las lógicas de la política ordinaria. En ese sentido, mientras Chile Vamos se debatía entre el mutismo y las teorías conspirativas, Desbordes fue uno de los pocos dirigentes que captó a tiempo la magnitud e intensidad de la crisis. En este escenario él ha jugado al límite e incluso más allá (como abrir la puerta a los nefastos retiros del “10%”), pero sus planteamientos también han permitido superar las dinámicas puramente reactivas que suelen predominar en la derecha.

Ahora que entrará a competir en las grandes ligas, veremos si Mario Desbordes está a la altura de las expectativas que ha generado y, sobre todo, de los retos que enfrenta Chile. Se trata de una apuesta promisoria en términos políticos y electorales: sus énfasis parecieran sintonizar con las prioridades ciudadanas en protección social y seguridad pública. Sin embargo, articular un programa consistente requiere más que buenas intuiciones. Ahí quizá reside su principal desafío.