Que la tecnología contemporánea está transformando radicalmente la educación no constituye una novedad para nadie. El confinamiento producto de la pandemia derivada del nuevo coronavirus ha llevado, con todo, a que colegios y universidades se vean obligados a acelerar y masificar dicho proceso. Las circunstancias evidentemente lo exigían, y el presente texto no cuestiona el modo en que se ha respondido a esta necesidad momentánea. Pero la fuerte presencia de la tecnología en este periodo naturalmente inclina a muchas instituciones a considerar un aumento en el uso de estos medios hacia el futuro, y voces entusiastas las animan a efectivamente hacerlo: prometen una democratización mayor en el acceso a la educación, costos menores tanto para las universidades como los estudiantes, y una reducción importante en los tiempos de traslado que tanto condicionan la vida de las grandes ciudades, entre otras eventuales ventajas. La envergadura de los cambios que esto traería consigo obliga a una detenida reflexión sobre los bienes que están en juego.

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