Carta publicada el domingo 15 de noviembre de 2020 por El Mercurio.

(Carta firmada por Claudio Alvarado y otros 30 firmantes).

Señor Director:

Ante la elección de convencionales constituyentes, diversos sondeos de opinión sugieren una preferencia preliminar de la ciudadanía por figuras que provengan desde fuera de los partidos políticos, ya sean expertos o personajes de la televisión. Se trata de un escenario esperable, sobre todo si consideramos los últimos episodios que hemos visto en el Congreso. Basta pensar en las pasiones antidemocráticas de muchos parlamentarios, así como en el impulso (cada día más transversal) de políticas públicas aparentemente populares, pero deficientes en cuanto a su sustento técnico y perjudiciales para las personas.

Sin embargo, y precisamente por las dificultades que atraviesa el país, nos parece fundamental reivindicar la actividad política y los caminos institucionales para enfrentar la crisis que vive Chile. En ese sentido, el proceso constituyente y el resto del ciclo electoral que se avecina representan una oportunidad no solo para reafirmar ciertos principios fundamentales, como la dignidad de la persona humana, la relevancia pública de la familia y la sociedad civil, las libertades básicas, el Estado de Derecho, la democracia republicana y la servicialidad del Estado. Además, se trata de un momento propicio para favorecer una renovación generacional y permitir la entrada de nuevos liderazgos, que contribuyan a mejorar la calidad de la actividad política y a repensar nuestras estructuras sociales y políticas. Esto sin ánimo refundacional, pero con auténtica vocación de reformas y cambios significativos, que ayuden a acercar la política con las inquietudes y anhelos de millones de chilenos.

Desde distintos roles pretendemos colaborar con dicha renovación. No lo hacemos con superioridad moral ni con desprecio por las generaciones anteriores —como hemos visto en otros sectores—, pero sí con la convicción de que nuevos liderazgos comprometidos con la actividad pública pueden colaborar a darle un cauce institucional a nuestra crisis. Sin duda, urge una mejor política y, por lo mismo, debemos recordar que jamás podremos prescindir de ella.